Publicado en El Día de Zamora y El Periódico de Castilla y León el 8 de mayo de 2020.
Recordaba haber escrito un artículo sobre la perversión que la modernidad hace del lenguaje para, en vez de nombrar a las cosas por lo que son, se retuercen las palabras para adornarnos la realidad, para edulcorarla, para despistarnos de lo que sucede y que centremos nuestra atención en algo más secundario que lo relevante. Buceando entre los archivos, di con el artículo en cuestión. Era de febrero de 2013 (1 de febrero para ser exactos) y se titulaba “palabras”. Así, sin más. En él les exponía, de manera más elaborada, lo mismo que acabo de comentarles en la introducción de este artículo, si bien por aquella época se utilizaban expresiones como “crecimiento negativo” o “discriminación positiva” para blanquear el desastre que la crisis financiera estaba causando en nuestra sociedad. Hoy, mayo de 2020 (día 8, por concretar) estamos de nuevo en medio de otra crisis, esta sanitaria, pero que va a suponer otra calamidad económica mayor que la anterior, más que nada porque de esa anterior todavía no nos habíamos levantado. En la llamada “Crisis del 2008” se nos dijo que habíamos vivido “por encima de nuestras posibilidades”, que era una modo de echarle la culpa a la ciudadanía y hacerle ver así que debía pagar la correlativa penitencia en forma de desahucios, embargos, despidos masivos y miseria. Hoy, la culpa no la tiene nadie. Quiero decir, de la angustia económica que se avecina al menos a nosotros no nos pueden culpar esta vez. Ahora, ya se están acuñando palabras “blancas” para dejar de llamar a las cosas por su nombre. Así, habrán escuchado “desescalada”, o la expresión “uve asimétrica” para referirse al batacazo que va a darse nuestra economía y ya advertirnos que su posible repunte no será de la misma dimensión. Si se fijan bien, es probable que no haya una letra más simétrica que la V, así que vayan tomando nota de la que nos espera. Ahora, mi expresión favorita es la de “nueva normalidad”. Para la R.A.E. lo normal es aquello que es habitual u ordinario, luego no hay nada más anormal que una “nueva normalidad”, porque si es normal no puede ser nueva. Lo van pillando, ¿no? Así, tras peregrinar por las fases de la “desescalada”, de la 0 a la 3, lo que han llamado “Plan para la transición hacia la nueva normalidad” nos conducirá a otra sociedad, una diferente. ¿Ese cambio es lo mismo que una “nueva normalidad”? No en mi opinión. Supondrá la sustitución de unas normas por otras; así de simple y así de trascendente. Un reto democrático abocado a la tolerancia, la convivencia y el respeto a los derechos de todos y no sólo desde un punto de vista formal.
Recordaba haber escrito un artículo sobre la perversión que la modernidad hace del lenguaje para, en vez de nombrar a las cosas por lo que son, se retuercen las palabras para adornarnos la realidad, para edulcorarla, para despistarnos de lo que sucede y que centremos nuestra atención en algo más secundario que lo relevante. Buceando entre los archivos, di con el artículo en cuestión. Era de febrero de 2013 (1 de febrero para ser exactos) y se titulaba “palabras”. Así, sin más. En él les exponía, de manera más elaborada, lo mismo que acabo de comentarles en la introducción de este artículo, si bien por aquella época se utilizaban expresiones como “crecimiento negativo” o “discriminación positiva” para blanquear el desastre que la crisis financiera estaba causando en nuestra sociedad. Hoy, mayo de 2020 (día 8, por concretar) estamos de nuevo en medio de otra crisis, esta sanitaria, pero que va a suponer otra calamidad económica mayor que la anterior, más que nada porque de esa anterior todavía no nos habíamos levantado. En la llamada “Crisis del 2008” se nos dijo que habíamos vivido “por encima de nuestras posibilidades”, que era una modo de echarle la culpa a la ciudadanía y hacerle ver así que debía pagar la correlativa penitencia en forma de desahucios, embargos, despidos masivos y miseria. Hoy, la culpa no la tiene nadie. Quiero decir, de la angustia económica que se avecina al menos a nosotros no nos pueden culpar esta vez. Ahora, ya se están acuñando palabras “blancas” para dejar de llamar a las cosas por su nombre. Así, habrán escuchado “desescalada”, o la expresión “uve asimétrica” para referirse al batacazo que va a darse nuestra economía y ya advertirnos que su posible repunte no será de la misma dimensión. Si se fijan bien, es probable que no haya una letra más simétrica que la V, así que vayan tomando nota de la que nos espera. Ahora, mi expresión favorita es la de “nueva normalidad”. Para la R.A.E. lo normal es aquello que es habitual u ordinario, luego no hay nada más anormal que una “nueva normalidad”, porque si es normal no puede ser nueva. Lo van pillando, ¿no? Así, tras peregrinar por las fases de la “desescalada”, de la 0 a la 3, lo que han llamado “Plan para la transición hacia la nueva normalidad” nos conducirá a otra sociedad, una diferente. ¿Ese cambio es lo mismo que una “nueva normalidad”? No en mi opinión. Supondrá la sustitución de unas normas por otras; así de simple y así de trascendente. Un reto democrático abocado a la tolerancia, la convivencia y el respeto a los derechos de todos y no sólo desde un punto de vista formal.
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