Seres raros.


                Publicado en El Día de Zamora el 25 de abril de 2014.
        
No me lo pueden negar, lo habitual es que la masa social, que por eso se llama así, sea uniforme y no permita que nadie destaque en ella, si bien en realidad a nadie le interesa destacar, dado que en cuanto a algún ser le da por asomar la cabeza un poco más de lo que debería para los estándares admitidos por esa caterva, es de manera automática decapitado. O peor, expulsado de esa masa social que arropa y da cobijo a todos sus miembros. Pero aún así, hay seres a los que el estar fuera de ese conjunto les importa un pimiento. Seres que no acaban de entender eso del “pensamiento único”, seres que se visten como quieren, que opinan lo que quieren y que, con desprecio, son calificados como seres raros. “Eres raro” te espetan. Y se quedan tan anchos al determinarte de esa manera. Raro dicen para descalificarte, cuando si tuvieran un mínimo de cultura sabrían que nuestra Real Academia define lo raro como alguien que se comporta de un modo inhabitual, o un algo extraordinario, poco común o frecuente, escaso en su clase o especie. Es más, insiste el D.R.A.E. en calificar lo raro como insigne, sobresaliente o excelente en su línea, extravagante de genio o de comportamiento y propenso a singularizarse. Así, del descalificativo raro pasamos en un tris a ser singulares, extraordinarios, insignes… Ya me dirán ustedes qué es lo que más les compensa. Ahora bien, puede darse el caso de que a la masa social le dé por la tendencia de hacerse pasar a todos por raros, y esa singularidad de la rareza pase a ser tendencia. Como ven, la masa tiene arteros mecanismos para no perder a ninguno de sus miembros y mantener el control sobre los mismos. Dado que esta semana hemos celebrado el Día del Libro, les recomiendo que lean “El misántropo” de Molière, y que llegado el caso se arriesguen a perder parte de lo que tienen y de lo que son por lo que en realidad creen. Y si resulta que lo que creen coincide con su día a día, tienen un problema que no saben ver, porque precisamente el día a día es lo que nos convierte en misántropos.

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