La
Décima llamamos los madridistas a la Copa de Europa que está por llegar, y que
llevamos esperando desde el año 2002 como agua de mayo, como maná, como lo que
ustedes quieran. A un madridista le mentas La Décima y te evoca aquella volea
de Zidane en Glasgow, la cabalgada de Raúl en París, a Mijatovic en Amsterdam,
y en su cara se dibuja una sonrisa y una mirada perdida, como imaginando ese
momento en el que, de nuevo, nuestro capitán alzará a los cielos de Europa a
esa hija recién nacida y ansiada. Para nosotros esa ilusión es como para el
resto de los mortales la de que te haga caso esa persona que te gusta, de la
cual hablas con devoción, o ese trabajo anhelado que te permita vivir de una
manera digna. Y es que todos, tanto los madridistas como el resto de los seres
humanos, tenemos ilusiones. El problema es que, por lo general, la ilusión que
percibimos, motivada por diferentes estímulos, no suele corresponder con la
realidad del suceso o del ser que ambicionamos. De ello se infiere que todos
percibimos la realidad de una manera distorsionada, como fruto obtenemos las
desilusiones, y como consecuencia caemos en el desánimo y de ahí pasamos a la
depresión, nos ajamos y nos dejamos morir como esa planta que de repente te
encuentras ahí en un rincón, que durante meses se te olvidó regar y que ahora es
un matojo seco y sin vida. Y es que a los humanos, como a las plantas, se nos
tiene que regar. No ya con ilusiones, que están bien como motivación, sino también
con éxitos, con pequeños triunfos que nos permitan ir vadeando los reveses
vitales, que de esos sí que no nos libramos hagamos lo que hagamos. El martes
pasado se celebró el Debate sobre el Estado
de la Nación, y mientras los unos nos ilusionaban con un futuro provechoso, los
otros nos ilusionaban con lo mismo, pero siendo ellos los timoneles. El clásico
“quítate tú p’a ponerme yo”. El problema es que esos timoneles, los unos o los
otros, ya no nos ilusionan con nada de tanto que nos han fallado. Y como no
aparezca un nuevo ilusionista, nos acabaremos ajando como la planta esa de la
que les hablaba.
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