Siguiendo con el tema
de las ilusiones de las que les hablaba la semana pasada, hoy voy a contarles
un sucedido. Hace un par de mañanas, no sé cual, son todas
tan parecidas que las confundo, me dirigía yo a lomos de mi vehículo hacia la
capital del Reino. Dejaré de ser cursi y les diré sin más que iba conduciendo a
Madrid. Y ya sabrán ustedes que cuando uno va a Madrid siempre se encuentra con
un atasco. Da igual la hora o el día, el atasco está ahí aguardando para
atraparnos y detenernos. Visto lo pertinaz del mío, me bajé del coche y me fui
a ver si era capaz de llegar al origen de aquel atolladero. Unos cientos de
metros de caminata y llegué a un punto en el cual había unos seres vestidos con
petos reflectantes y una lona que tapaba un socavón en la carretera. Curioso
que es uno, al mínimo descuido de los operarios reflectantes, levanté un
extremo de la lona y vi bajo ella un mecanismo, un
engendro mecánico que estaba parado, inmóvil como los cientos de coches que
tenía detrás de mí. Me dirigí al mandamás de los peones y le pregunté qué era
lo que estaba pasando a lo que me respondió: “si se lo contara tendría que
matarlo”. Yo le dije que no sería para tanto y, como era de esperar, no lo era,
así que me comentó que el mecanismo que hacía moverse a la carretera se había
estropeado. Debió ver mi cara de escepticismo, parecida a la que ahora tendrán
ustedes, y me explicó que no somos nosotros los que conducimos los coches por
las carreteras del mundo, sino que son estas las que se mueven debajo de los
vehículos llevándonos allí donde los manipuladores del mecanismo quieren que
vayamos, haciéndonos creer que el destino que ellos nos marcan es el que
nosotros queremos alcanzar. Toma ya. Luego, en una actitud muy española, se
encendió un pitillo, se puso a silbar, y esperó a que otros arreglaran el dispositivo
y la carretera comenzara a moverse para llevarnos a cada uno allá donde ella
quisiera.
Y así nos tienen, atrapados en la falsa ilusión
del libre albedrío y conduciéndonos como corderos allá donde quieran llevarnos.
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