La realidad es esta, estamos atrapados en un burdel y no le den más vueltas. Esta sociedad en crisis económica, anímica, y azotada por la desesperanza se ha convertido en un prostíbulo, un lugar donde se congregan todas las promesas y todos los conflictos, un burdel decadente, de raso raído, con sonrisas tristes, llenas de carmín, terciopelo desgastado y melodías de un piano desafinado. En esta mancebía en la que habitamos nos miramos los unos a los otros de reojo, reconociéndonos pero haciendo como que no nos vemos, ocultándonos en las sombras, bebiendo un güisqui aguado, contando al vacío aquellos tiempos en los que fuimos reyes y de los que ya no sabemos si eso que estamos rememorando fue cierto, fruto de nuestra imaginación o una combinación de ambas cosas. Y pagamos. Pagamos por todo. Pagamos por los pecados que dicen que cometimos entonces y los que dicen que cometemos ahora, y a cambio recibimos ese alcohol barato en forma de sanidad precaria, prestaciones sociales insuficientes y nula protección ante el desamparo. Las putas de este burdel son caras pero no están a la altura de lo que nos cobran. No son guapas, no son atractivas, ni siquiera nos dan el placer suficiente como para convertirnos en adictos a su compañía. De hecho, en esta sociedad prostibular las que mandan son ellas, nos hacen pagar hasta la asfixia, con dinero, con pesadumbre, con pesimismo, con lágrimas y a veces hasta con la propia vida. Y ahora, en nuestro burdel, pretenden distraernos con la aparición de un mono. Dicen que se escapó de un circo, dicen que huyó de unos titiriteros, dicen que vino desde África en una patera. El mono toca los platillos y nosotros nos distraemos con sus chanzas. A este mono que pulula por la Aldehuela lo han soltado las putas para que las dejemos en paz por un tiempo. El vulgo entreteniéndose con un jodido mono, casi puedo escuchar cómo se ríen de nosotros desde sus salones. Y el mono encaramado a los árboles, escapando de cuantas trampas le ponemos para capturarlo, justo al revés que nosotros, cautivos de unas putas que han hecho que toda la ciudad cambie, que todo el país cambie, que cambie nuestra mentalidad y nuestro ánimo, a cuyos brazos nos entregamos y de los que ya no podemos escapar porque estamos atrapados entre ellos. El estrangulador abrazo del oso.
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