Eugène nació en Saint Denis en octubre de 1888. Francés, como verán. El niño Eugène siempre quiso ser concertista de piano, pero un día de 1909, en un viaje a Reims, asistió a un espectáculo aéreo que lo cambió todo. Desde ese momento se convirtió en un entusiasta de aquella cosa tan novedosa que era la aviación, y tanto empeño puso en ello que fue el primer hombre en atravesar el Mediterráneo sin escalas desde Francia a Túnez. Dada su pericia, pasa a instruir en prácticas de vuelo a los aviadores alemanes, país del que logra escapar al iniciarse la Primera Guerra Mundial para enrolarse en las filas del ejército francés. Sin entrar en muchos detalles, desarrolló una técnica que consistía en fijar una ametralladora Hotchkiss sobre el capó de su avión a fin de que disparase a través de la hélice; para evitar dañarla, puso chapas de acero blindadas en el sector de la hélice por donde las balas pasarían: así, los proyectiles que impactaban en la hélice eran desviados y no le causaban daño, mientras que los que sí pasaban iban al enemigo. En 1918, durante un combate aéreo, casi al finalizar la Primera Guerra Mundial, fue abatido, y se le dio la consideración de héroe nacional. No se tiene constancia de que, a lo largo de toda su vida, Eugène cogiera una raqueta de tenis.
En 1927 ya se llevaban disputadas 22 ediciones de un torneo de tenis en el que se enfrentaban naciones y cuyos dominadores eran los norteamericanos y los australianos. La Copa Davis no se desarrollaba como en la actualidad; en aquella época, mientras diferentes naciones pasaban eliminatoria tras eliminatoria, el campeón esperaba tumbado al sol a que sólo quedara uno al que enfrentarse, y además en su propia casa. En 1927 los campeones y grandes favoritos para revalidar el título eran los norteamericanos, y allí estaban en Pensilvania aguardando a que les llegara el rival. Y el rival fue Francia. Y el fin de semana del 8 al 10 de septiembre de 1927 se produjo una de las grandes sorpresas que a lo largo de la historia ha deparado este torneo. Cuatro franceses, Henri Cochet, Jean Borotra, Jacques Brugnon y René Lacoste, apodado Le Crocodile, ganaron la ensaladera y con ella el derecho a defender el título en terreno propio. El problema es que no había un lugar adecuado donde jugar, un recinto a la altura tanto del torneo como de aquellos cuatro héroes, llamados desde entonces “los cuatro mosqueteros”. De manera que se cedieron tres hectáreas para que se construyera el nuevo recinto, llevándose la obra a cabo en apenas nueve meses. Hasta ese momento, los diferentes torneos de tenis en Francia se habían disputado entre las instalaciones del Racing Club y del Estadio Francés, pero fue en este segundo donde se había celebrado en 1925 el primer torneo internacional de tenis en Francia, por lo que la figura de su presidente, Emile Lesueur, cobró gran importancia en el organigrama de este deporte. Una vez concluidas las obras que albergarían la Copa Davis de 1927, sólo quedaba ponerle un nombre a la altura de la pista. Y Lesueur recordó a un compañero suyo de promoción, un compañero muerto en las Ardenas a finales de la Primera Gran Guerra, que tenía la consideración de héroe de Francia, nada menos que nuestro conocido Eugène, Eugène Adrian Roland Georges Garros. Aquella pista pasó a ser conocida desde entonces como Roland Garros.
Para inaugurarla, se celebró un torneo amistoso entre el equipo francés de Copa Davis y la selección de Gran Bretaña, a cuyo ganador se le entregaría una copa, llamada popularmente “de los mosqueteros” en homenaje a los cuatro de Pensilvania, pero que de manera oficial se llamó Roland Garros. Así, año tras año, sólo con la interrupción de la Segunda Guerra Mundial, a finales de mayo y principios de junio un montón de tipos de todos los países del globo se concentran en la tierra batida de París para disputarse el trofeo que lleva el nombre de un aviador, la copa de los mosqueteros Cochet, Borotra, Brugnon y Lacoste, ganadores en aquella pista de Roland Garros durante cinco años consecutivos de la Ensaladera de Plata, la Copa Davis. Uno para todos, y todos para uno.
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