Publicado en El día de Zamora el 5 de abril.
“Rayuela” es una novela escrita por Julio Cortázar allá por el año 1963. Dicho así suena más a información de servicio, a reseña en una revista, a mero dato, cuando en realidad, más que referirnos a una simple novela escrita por un argentino afrancesado que arrastraba las erres al hablar, hacemos mención de “LA NOVELA”, así, en mayúsculas. En ella, resumiendo mucho, Cortázar crea un universo psicológico en el que se desarrolla la vida y la muerte, el amor y los celos, y hasta el arte. Puede leerse al modo tradicional, lineal, o saltando de un capítulo a otro mediante el llamado por el autor “tablero de dirección”. Y si por todas estas cosas todavía no he logrado captar su atención, la novela también incorpora un lenguaje propio, un idioma ad hoc, el glíglico.
No sé si cuando ustedes eran pequeños jugaron a la rayuela, ese juego que consistía en tirar una piedra a un dibujo a cuadros pintado a tiza en el suelo e ir saltando a la pata coja por las casillas hasta alcanzar la última y definitiva, el cielo. Si lo hicieron, enhorabuena, aquello, sin que ustedes lo supieran, supuso un rito iniciático para lo que les esperaba en sus vidas, con lo cual ahora estarán más que entrenados para ir saltando a la pata coja de suceso vital en suceso vital, intentando burlar las contingencias con un pequeño brinco no ya físico como en la infancia, sino emocional, económico, laboral, la lista sería interminable. La mayor diferencia está en que ahora ustedes no tiran la piedra para llegar al cielo, sino que hay terceros que intentan apedrearles a ustedes, y lo que hay que procurar es sortear esas pedradas y ni siquiera existe la recompensa final de un edén que les acoja en su seno y les proteja.
Vemos pues que la relación entre la novela y el juego es más que evidente. Estamos atrapados en un universo formado por nuestras propias situaciones personales, emocionales, y en continuo enfrentamiento con las situaciones personales y emocionales de los demás. No son universos estancos, interactúan unos con otros, a veces chocan y se provocan daños mutuos, otras uno destruye al otro, por colisión, por asfixia, por mero hartazgo del destruido que se deja vencer. Y en cada uno se habla un idioma propio, incomprensible para todos los demás universos.
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