Más allá del dinosaurio

Publicado en El Adelanto de Salamanca el 24 de marzo.


La idea general que pudiéramos tener de él es que el tipo era un vago redomado. Un escritor que escribe relatos de dos líneas y luego nos las pretende colar como obras geniales tiene que tener una buena dosis de indolencia y otra, quizá mucho más grande, de caradura. Pero claro, si uno se va a echar una siesta y al levantarse se encuentra con que el puñetero dinosaurio todavía está ahí al lado, y tiene que ponerle la correa, sacarlo a la calle a que haga sus necesidades, recoger estas como buen ciudadano y dejarlas en un contenedor, sólo con eso ya merece ser perdonado por la parquedad de sus escritos. Augusto Monterroso (1921-2003) se situó desde el primer momento en el punto contrario de la explosión literaria de su generación. Una generación muy formada, exhaustiva en sus obras, que crearon no ya jardines con sus libros, sino selvas, selvas espesas, ante las cuales imaginamos a Monterroso encogiéndose de hombros, dándoles la espalda y yendo a cuidar sus pequeños escritos en forma de bonsai. A diferencia de esas grandes selvas, las cuales una vez creadas pueden sobrevivir por sí mismas, la obra de Monterroso es delicada, llena de microfábulas, palíndromos, aforismos y, sobre todo, inteligencia. Porque si algo destaca en él es tanto su modestia como su inteligencia e ironía. Un autodidacta que dejó los estudios a la edad de 11 años para, según el mismo decía, empezar a formarse en las cosas que de verdad le interesaban, y así, empezó por la música para lanzarse después de lleno a la literatura. Un personaje que luchó contra la dictadura de Jorge Ubico en su Guatemala natal, y que por ese motivo tuvo que exiliarse a México donde también se enfrentó a la “dictadura democrática” del P.R.I., 70 años en el poder, el dinosaurio del que habla en su relato, y todo ello llevado a cabo desde la discreción y la modestia, con un halo de humor en todas sus publicaciones, un humor triste, del que nos muestra las realidades de la vida, sus ridiculeces, pero sin intención de solucionar ninguna. Monterroso nos pone delante del espejo para que veamos en lo que nos hemos convertido y hacia dónde vamos, y que eso nos arranque una mueca en forma de sonrisa dolorosa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario