Degradación

Publicado originalmente el 7 de octubre. 

 No vamos ahora a ponernos a hacer una valoración acerca de la veracidad o realismo de los presupuestos generales del estado (PGE), pero de lo que sí podemos estar seguros es de la dramática caída de la inversión que ha padecido el mundo de la cultura. Si la decisión de la subida del IVA ya ha supuesto un hecho calificable de dramático para el entorno, la minoración de la partida destinada a cultura en los PGE va a suponer que esta queda reducida a algo así como el jarrón que ustedes ponen en su casa como punto final de la decoración. La cultura destinada a ser algo superfluo, ornamental, incluso innecesario. A esto añádanle que la anunciada como imperiosa Ley del mecenazgo sigue sin llegar, lo cual paraliza el desarrollo de una auténtica industria cultural generadora de riqueza y empleo. Concebir la cultura solo como el adorno de la sociedad es una tentación en la que es fácil caer en la situación económica actual, y es precisamente esa barrera la que la propia cultura debe romper en primer lugar. A sabiendas de que la batalla teórica y práctica que tiene que librar no es contra un enemigo externo sino contra una idea, una mentalidad arraigada en nuestra sociedad civil y política, ha de implantarse la noción de que estamos ante un fenómeno que acrecienta nuestra autoestima, así, del mismo modo que nos identificamos con los éxitos de nuestros deportistas por el mundo, ha de enraizarse entre la gente un concepto similar respecto a los logros de nuestros escritores, cineastas, artistas en definitiva. Y también será necesario que todos estos se alejen de un ideario político que solo les lleva al enfrentamiento con un gran sector del país, un sector que los ve como una panda de progres, de rojos subvencionados, de quejicas que no saben salir adelante por sus propios medios y que siempre necesitan de la ayuda del Estado para sobrevivir. Y si bien la ayuda del Estado es necesaria, esta deberá servir para impulsar el movimiento, no para mantenerlo. Solo así podremos romper la idea de la cultura como ornamento, y todo lo demás se inferirá de este proceso crucial.

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