A estas alturas de la semana ya les supongo a ustedes informados de que hemos invadido Marte. Sí, el planeta. A los pobres marcianos les hemos enviado, otra vez, una cosa con ruedas y cámara llamada “Curiosity”, que con ese nombre ya se imaginarán a qué se va a dedicar. Así que ahora los marcianos van a vivir en un continuo “Gran hermano” en el que cada vez que se muevan para ir a la compra, o al cine, o a hacer pis, nuestro amigo “Curiosity” estará ahí para inmortalizar el acontecimiento. Y es que lo complicado, según la NASA, no va a ser enviar naves tripuladas para ya invadir Marte con la raza humana, sino, tal y como está el patio, convencer a esos viajeros espaciales de que vuelvan y nos lo cuenten. Les propongo algo. Imaginen que, por un suponer y tras una subvención de esas que da -que daba- la Junta de Castilla y León, construimos un cosmódromo al modo del de Baikonur en el polígono industrial de La Hiniesta y enviamos unos zamoranos a Marte. Y estos compatriotas nuestros, en vez de tomar muestras, analizar el aire y demás monsergas científicas, se encuentran con que allí no hay Diputación, ni Ayuntamiento, los jardines están cuidados y con árboles, los talleres de RENFE funcionan, el AVE pasa por allí, tienen un sustrato comercial e industrial decente e incluso los jóvenes marcianos no se ven obligados a emigrar a otros planetas para buscarse un futuro. Y ya en el colmo de la locura, en Marte no se han disparado los impuestos municipales. ¿Quién va a convencer a nuestros astronautas zamoranos de que realicen los experimentos para los que fueron enviados y que retornen para contarnos todas esas bondades? Si yo estuviera entre ellos, destruiría (¿cortaría?) las comunicaciones, haría que me dieran por muerto, me buscaría una marciana rubia y atractiva, engendraría mestizos interplanetarios y olvídense de mis postales semanales. Y es que nuestra mente ha abandonado la Tierra hace ya muchos años, y mientras que los antiguos se quedaban embobados mirando la Luna, ahora nosotros, más modernos, entornamos los ojos en estas noches agostiles y miramos al cielo señalando con el dedo y diciendo, mira, ahí está Marte. En eso nos parecemos a nuestros queridos gobernantes, hace mucho que ya abandonaron (esto se repite, mejor algo del estilo “se han ausentado” o así) la Tierra y están en la Luna, o en Marte, o vaya ustedes a saber dónde.
Fin de la transmisión.
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