No es nada.

            Publicado en El Día de Zamora y El Periódico de Castilla y León el 24 de febrero de 2023.

Hablando contigo esta semana, cuando me encargaste que te escribiera algo para este viernes, hemos recordado cómo y cuándo me reclutaste para El Día de Zamora. El cómo queda entre nosotros, porque hay cosas que no le incumben ni interesan a nadie salvo a los que en aquel momento estuvimos presentes, pero del cuándo podemos comentar algo. Hacía un par de semanas que yo había auto publicado un libro y, vete a saber cómo, este cayó en tus manos y tuviste el atrevimiento de leértelo. Te pusiste en contacto conmigo y me hiciste una entrevista en la vieja sede del periódico, en la Plaza del Cuartel Viejo. Más que una concatenación de preguntas y respuestas fue una charla con un café de por medio, y pasados unos días me dijiste que querías que escribiera una columna todas las semanas. Yo te advertí que no había hecho nada de eso en mi vida y que además no sabría sobre qué escribir a lo que me respondiste que “sobre lo que te dé la gana”. Y bueno, pues doce años primero semanalmente y luego mensualmente, llevo siguiendo tus instrucciones y escribiendo sobre lo que me ha dado la gana sin que nunca me hayas movido una coma, un adjetivo o una idea, lo cual dice mucho de ti en cuanto a lo insensato que has sido, porque; ¿Quién está más loco; el loco o el loco que sigue al loco? La verdad que lo hemos pasado bien así que no sé por qué coño te tienes que jubilar. Qué vas a hacer ahora, ¿barcos de papel con las hojas de El Día, dar de comer a las palomas, imaginar escenas lúbricas con tu Mónica Bellucci tomando un café en una terraza? Te voy a echar de menos, aunque si según el tango veinte años no son nada, supongo que los doce que llevo enviándote postales desde mi faro lo son mucho menos. Espero seguir leyéndote aquí o allá, y disfrutando de nuestras charlas improvisadas en algún encuentro fortuito por la calle, así que aunque se nos escape alguna lagrimilla, porque tú y yo somos bizcochones, podremos permitírnoslo porque no todas las lágrimas son amargas. Un abrazo, Eugenio. Y gracias.

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