La mentira.

              Publicado en El Día de Zamora y El Periódico de Castilla y León el 24 de noviembre de 2021.

Permítanme, sin gustarme a mí hacer esto aunque la corriente social dominante sea la contraria, que me adelante un poco a la época navideña. Tómense este artículo como una especie de “Black Friday” emocional, de tentación para lo que se nos viene cuando en parte no tengamos el control de nuestro comportamiento y pasemos a dejarnos llevar por las emociones de las luces, la decoración y los buenos propósitos. Y sí, me dispongo hoy a escribirles sobre la mentira. La mentira nos remite hacia la sombra, a un modo de contar, plasmar o vivir la realidad encapsulado entre niebla, falto de transparencia e incluso tergiversado del todo. Ahora, aunque la mentira siempre tiene una connotación negativa, desde una perspectiva biológica, de supervivencia o hasta de integración social, presenta un uso muy extendido. Así, a veces, recurrimos a ella no tanto para enmascarar la realidad frente a los demás, sino en lo que respecta a nosotros mismos, haciendo del autoengaño una manera de vivir, o más bien de sobrevivir. Esto segundo provoca que, al ser nosotros los autoengañados, la percepción de nuestro entorno aparezca adulterada y se la transmitamos a los demás así, por lo que el autoengaño genera en nuestras vida una espiral de mentiras que pudiera llegar a tragarnos como si de un remolino se tratase. Y si ya, por culpa del mal uso de las redes sociales, intentamos aparentar un estado que a veces no es el real, la combinación de luces navideñas, vacuos mensajes de paz y prosperidad así como los falsos afectos, van a requerir por nuestra parte una alta dosis de mimetismo social, de enmascaramiento, vamos, de mentira. Lo más curioso es que en esta época que se nos viene, la mentira  se complementa con una buena capa de cinismo, dado que yo le estoy mintiendo a usted con mis falsos afectos, usted a mí también, ambos somos conscientes de ello, pero lo dejamos pasar y lo aceptamos como parte del juego social. En este caso, dado que no hay una clara intención y voluntad de engañar a otro, diremos que la mentira es tolerable y no achacable a la personalidad del mentiroso, sino al deseo o necesidad del destinatario dado que ambos ocupan, al mismo tiempo, el mismo rol. Desde mi punto de vista, que igual se sale un poco del convencionalismo social, procuren no hacer pasar por verdadero lo que es falso, porque a veces el daño que se causa es irreparable.

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