Procusto.

              Publicado en El Día de Zamora y El Periódico de Castilla y León el 21 de diciembre de 2021.

Ya sé que estamos en pleno periodo navideño, pero permítanme que les hable de Procusto. Procusto (estirador), llamado también Damastes (controlador), era un gigante, hijo de Poseidón, y encargado de una posada en la región de Ática, al sur de Grecia. El gigante se caracterizaba por su comportamiento amable y afectuoso hacia los viajeros, a quienes les ofrecía hospedaje en su albergue. Una vez en él, los invitaba a descansar en su lecho de hierro y, mientras dormían, los amordazaba y amarraba en las cuatro esquinas de la cama para verificar si se ajustaban a la misma. Si el viajante poseía una estatura mayor que el lecho, le cortaba las extremidades inferiores o superiores (pies, brazos, cabeza). De lo contrario, le estiraba las piernas a martillazos hasta quedar a la altura del lecho. Tomando la figura de este gigante, la psicología llama “síndrome de Procusto” a la necesidad que alguien tiene de que todo se ajuste a lo que él dice o piensa. Vamos, un sinónimo de uniformidad y un síndrome que define la intolerancia hacia la diferencia. Esta tendencia, propia de personas, empresas e incluso sociedades, implica un rechazo a aquellos con características diferentes a las propias por miedo a ser superados o cuestionados por estos y de ese modo mantener una consonancia en la que las divergencias son mal vistas y/o castigadas. A poco perspicaz que sea usted, se habrá dado cuenta de que nuestra sociedad, y cada vez más, nos impone unas ideas preconcebidas y busca que todos encajemos en ellas, con lo cual la libertad de pensamiento, de creatividad, de opinión (podríamos decir que todas las libertades) desaparecen y lo que la sociedad nos reclama es que confirmemos sus hipótesis. Con este planteamiento, lo de ponerse en el lugar del otro, la empatía, se evapora y nace un proceso de mimetismo con los demás que desemboca en una sociedad uniforme y sin capacidad crítica. Y no solo eso, donde el rechazo al diferente se convierte en santo y seña, donde el individuo pierde su identidad y pasa a ser parte de la masa sin más, sin exigencias ni inquietudes, con un pensamiento único y uniforme, un no-pensamiento como fenómeno anticultural extendido en el que quien no sea como todo el mundo, quien no piense como todo el mundo, corre el riesgo de ser apartado o eliminado. Así que no se dejen cegar cual polillas por las luces, aunque estas sean de tintes navideños y tomen sus propias decisiones sin pensar en el qué dirán. Total, esto no van a poder evitarlo…

Puedes seguirme en twitter en @cuadrablanco. No es obligatorio.


No hay comentarios:

Publicar un comentario