Publicado en El Día de Zamora y El Periódico de Castilla y León el 26 de marzo de 2021.
No se confundan por el título de
este artículo. Sabiendo que hoy es Viernes de Dolores, con lo que ello implica para
los zamoranos que aquí seguimos, para los de la diáspora y para los ajenos que
nos visitan (nos visitaban habría que decir), hablar de vacaciones igual denota
un tono frívolo del que les voy a sacar con rapidez. Cierto es que, a efectos
de calendario, los días festivos están ahí, en rojo, destacando sobre los demás
como si fueran obispos entre curas comunes, pero la realidad de estos festivos
no va a ir más allá de que ustedes se levanten un poco más tarde de lo
habitual. Así, como las vacaciones de Semana Santa este año volverán a ser
imaginarias, les invito a que se las tomen pero de ustedes mismos. Dejen, si es
posible, a su yo de diario colgado en el armario y desconecten de él. Porque
creo que es necesario, al menos cada cierto tiempo, evadirse de nuestras
propias estructuras sociales, familiares, laborales y mentales no ya para
evaluarlas, lo que supondría volver a focalizar sobre todas ellas, sino más
bien para desertar. Tampoco les estoy diciendo que “abandonen su zona de
confort”, expresión que, por cierto, detesto. El objetivo es que apaguen el
piloto automático con el que navegan día a día por sus vidas, que se queden sin
brújula, que se pierdan y hagan lo que en realidad les apetece como si nadie
les mirara o juzgara. Abandonen su normalidad, escapen de esa imagen que venden
y tienen de sí mismos. Huyan de su ego, de ese que se ofende o se irrita por
nimiedades, evádanse de la acción-reacción ante según y qué circunstancias, del
enfadarse-arrepentirse-olvidar diario. Vacaciones de su cuerpo, de su voz,
dejen de mirarse el ombligo y de escucharse sólo a ustedes, dejen de reaccionar
con automatismos, dense ocasión de hacer el ridículo y reírse por ello, denle
oportunidades a los demás, hasta a aquellos a los que se las dejaron ya de dar,
canten a pleno pulmón y si cantan mal, mucho mejor. Corran y rían, una risa tal
que rompa la mascarilla que estos tiempos nos obligan a portar y que ya se ha
convertido en máscara de los sentimientos. Permitan que les sucedan cosas, y si
no suceden, provóquenlas. Huelan las flores, escriban a un desconocido, acérquense
a una zarza y aráñense con ella. Sientan lo que no se pueden permitir a diario,
cuando los días del calendario son negros y no rojos.
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