Publicado en La Galerna el 1 de julio de 2020.
En
1992, cuando en España todos nos creíamos millonarios sin saber lo que se nos
vendría unos años más adelante, Robert James Waller escribió “The bridges of
Madison County” (“Los puentes de Madison County”), novela que se popularizó en
1995 con la adaptación que Clint Eastwood hizo para el cine. En ella se nos
cuenta como Francesca Johnson (Meryl Streep) y Robert Kincaid (Clint Eastwood) convivieron
durante unos días y se amaron hasta la muerte separados durante toda la vida. Cuando se
conocieron ninguno de los dos era ya un niño, pero me niego a usar la expresión
“amor maduro”, como si un amor sincero y real pudiera catalogarse del mismo
modo que el estado óptimo en el que a una fruta le puedes hincar el diente.
En
julio de 2006, un jugador que tampoco era ya ningún niño llegó al Real Madrid
desde Manchester por 15 millones de €uros. Firmó por tres temporadas y su nombre
era Ruud Van Nistelrooy. En el tiempo que estuvo en el equipo, se ganó el
cariño de la afición por su entrega, su manera de darlo todo en el campo y
sobre todo por sus goles, de tal manera que, ante la falta de estos, se ha
acuñado en el madridismo la expresión de “necesitamos un Van Nistelrooy” como
sinónimo de goleador veterano que asuma un rol un poco secundario en la
plantilla y del cual poder tirar cuando las cosas se pongan feas. El Real
Madrid creó la expresión pero nunca la ejecutó. Ni siquiera cuando la necesidad
de un Van Nistelrooy pudo hacer que el propio Van Nistelrooy volviera al Real
Madrid, no sé si recordarán aquella rueda de prensa cuando, lesionado Higuaín,
Mourinho dijo lo de “si no tienes perro para ir a cazar pero tienes un gato,
vas con él”. El gato era Benzema y el perro que no teníamos era Van Nistelrooy.
Y no sabemos si por la personalidad del holandés, por su lucha, por sus goles o
por todo a la vez, el madridismo se enamoró de él y él del Real Madrid, y cada
vez que la ausencia del gol nos ataca todos volvemos los ojos hacia Ruud, si no
ya como tal, sí a la impronta que nos dejó. Un amor que quedó latente en los
tiempos de abundancia de Cristiano, pero que, larvado, rebrotó desde hace un
par de años y ahí sigue, doliéndonos, aunque ya nos hayamos acostumbrado a esa
soledad, aunque el gato haya devenido en tigre. Lo que nos atrae de Ruud es lo
mismo que atraía a Francesca de Robert: Lo consideramos una entelequia, el
atractivo de un hombre que tenía total libertad de movimiento y que nos sacaba
de un mundo donde, sin él, teníamos un
papel desvaído. Ruud/Robert necesitaba un hogar cuando salió de Manchester y
nosotros se lo dimos, y al igual que Francesca, el Real Madrid será lo que sea
pero no es un hábitat sencillo o simple. Van Nistelrooy se lo ganó y al poco
tiempo se fue, no voy a entrar aquí en los motivos, pero su figura ha
trascendido más allá de sus números o sus títulos. Tampoco tiene que ver con
los años que pasáramos juntos.
No
queremos necesitarte Ruud, porque no podemos tenerte. Pero todos nosotros,
cuando los goles escasean, nos imaginamos más felices recordándote en la banda
a punto de entrar en el campo.
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@cuadrablanco. No es obligatorio.
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