Publicado en El Día de Zamora y El Periódico de Castilla y León el 3 de julio de 2020.
Voy a empezar
por contarles de lo que no voy a escribirles en este artículo, más que nada por
lo ambiguo del título. Esto no va sobre el clima, y por ende omitiré que hace
calor porque es lo que toca en el mes de julio. El tiempo del que quiero
escribirles es el que define la R.A.E. como “duración de las cosas sujetas a
mudanza”. La definición, aunque preciosa a mí entender, no es precisa. Por ser
más concretos, aunque todos sepamos que según y para qué una hora es mucho, o un
año poco, un segundo una eternidad y un minuto un suspiro, hay cosas que no se
pueden apreciar del todo con las magnitudes físicas que miden el paso del
tiempo. Así, conviene aclarar el concepto de la duración de esas cosas sujetas
a mudanza. Para ello, he recurrido al fútbol. El fútbol, que nos sirve como medida
a la hora de hacernos una idea de la superficie quemada (una hectárea viene a
ser, más o menos, lo mismo que un campo de fútbol) también nos va a ayudar para
comprender en qué punto temporal de la vida nos encontramos, no ya nosotros
mismos, sino en relación a los demás. Así, hagamos la ficción de que nuestra
existencia puede ser de unos 90 años, que sería aumentar un poquito la esperanza
de vida de los españoles, igual que un partido de fútbol dura 90 minutos. Si
usted tiene 30 años está a punto de entrar en el último tercio del primer
tiempo, y si tiene 50 acaba de empezar la segunda parte. ¿Qué quiero hacerles
ver con esto? Pues que hasta los 90 minutos que nos dura el partido tenemos
mucho por hacer, teniendo por cierto que acercándonos al minuto 80 debemos
aguantar el resultado, en nuestro caso sea el que sea, contemporizar y tocar
con pausa el balón. Una cosa sosegada vamos. Pero que, haciendo esta
comparación, podemos ver que aunque no lo creamos, tenemos tiempo de enmendar
errores, cometer otros, volver a tropezar sobre la misma piedra e incluso
descubrir rocas nuevas. El edadismo (discriminación o minusvaloración por
cuestiones de edad) está haciendo que a determinadas personas se les excluya en
según y qué puestos de trabajo, lugares, ambientes y hasta relaciones
personales. Esto daría también para otro artículo, pero, por contextualizar,
cuando alguno de ustedes vayan a encasillar a alguien por razón de su edad,
miren a ver en qué minuto del partido están y verán que la diferencia no es
tanta. Al fin y al cabo, nos lo dijo Einstein, el tiempo es relativo.
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