Publicado en El Día de Zamora y El Periódico de Castilla y León el 1 de marzo de 2019.
“Por favor, déjame que me presente: soy un hombre de riquezas
y buen gusto. Ando rondando desde hace muchos años, muchos años. He robado el
alma y la fe de muchos hombres” empieza la canción de los Rolling Stones
“Simpathy for the devil”. La tradición cristiana explica que Lucifer fue
expulsado del cielo por rebelarse contra los mandatos de dios. El exorcista José
Antonio Fortea nos dice que Lucifer, cuyo nombre significa “estrella de la
mañana”, empezó a ver a dios como una cadena que oprimía su libertad, e inició
una batalla “no con armas, sino intelectual”. Y este puede ser el origen de por
qué, para algunos, el diablo sea un personaje que atrae: la rebeldía de la
libertad frente a un ser que se tiene por superior, ya sea este divino o humano.
Eso y que dios, lejos de hacer gala del perdón cristiano que pregona o de “poner
la otra mejilla”, desterró a su hijo y lo convirtió en guardián del Averno, que
aquello tiene pinta de ser peor que Benidorm en verano. ¿Quién es el malo en
esta historia? Pues como siempre, depende de quién nos la cuente. Y como en
esta los dueños del marketing son los chicos de la iglesia católica, utilizan
al diablo como comodín para depurar cualquier responsabilidad. Así, el último día de la cumbre en el Vaticano contra la
pederastia en la Iglesia, el papa Francisco aseguró que los clérigos
responsables de los abusos sexuales a menores son "un instrumento de
Satanás". Punto final y a otra cosa. El jesuita alemán, Hans Zollner, profesor de la Universidad Gregoriana y
miembro de la Pontificia Comisión para la protección de menores, manifiesta que
“el abuso sexual es sobre
todo un abuso de poder de alguien que no
tiene la fuerza física ni mental para resistirse”. Porque, haciendo un silogismo cogido con pinzas, si ese alguien tuviera
fuerza para oponerse a la “voluntad” del superior religioso, del padre, podría
ser castigado por rebelde, al igual que se hizo con Lucifer. Me dirán que ahora
no empiezan a ver al diablo como un libertador del absolutismo, como un ser que
por oponerse al poder establecido fue injustamente castigado, como el cajón de
sastre en el que el catolicismo puede volcar todas sus culpas lavándose así las
manos de cualquier responsabilidad. Y sí, puede ser que por mi profesión me
haya convertido hoy en el abogado del diablo, pero el personaje me causa cierta
simpatía. Como los Rolling Stones.
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