Publicado en El Día de Zamora y El Periódico de Castilla y León el 28 de junio de 2018.
Pónganse en
situación. Veintitantos de junio, alrededor de treinta y cinco grados, sol
cayendo a plomo. Una especie de charanga suena de fondo y una columna de
personas se dirige hacia ella como las ratas atraídas por el flautista de Hamelin. ¿La respuesta? Regalaban chocolate con churros. Sí, a veintitantos de
junio. Sí, a treinta y cinco grados así a ojo. Zamora, ferias y fiestas de San
Pedro. La expresión más acertada que he podido encontrar para este suceso es la
de “atar cabos”, así que sí, aten ustedes cabos. Cuando uno hila dos o más
hechos en su cabeza y al hacerlo escucha una especie de clic que hace que estos
encajen, los cabos quedan atados y el evento, confuso hasta ese momento, se
ilumina. Uno puede concluir con facilidad que en Zamora, todo lo que sea comer
o beber gratis, provoca aglomeraciones de ciudadanos al modo de las imágenes
que vemos de países que sufren hambrunas cuando llegan los camiones de reparto
de alimentos y mantas. Les traigo a la memoria lo que todos los años pasaba en
el aparcamiento del otrora llamado Eroski cuando se hacía aquella “paella
popular” y la gente toleraba horas a la solana con tal de llevarse un plato de
arroz pasado, e incluso los más atrevidos, con la intención de repetir cuantas
veces fuera posible para hacer posterior alarde de su hazaña entre patanes de
su misma condición. Sucede que cuando una población se acostumbra a la
mendicidad, cualquier cosa que le regalen le parece maná caído del cielo, y eso
está pasándonos a los zamoranos, que recibimos las migajas, cuando hay migajas,
que no siempre tenemos esa fortuna, como si fueran generosas dádivas de seres
superiores, y nos arremolinamos a ellas como ratas. Y como ratas que somos
estamos huyendo de este barco que se hunde, porque, como ratas que somos,
pensamos que podemos sobrevivir en cualquier otro lado, que podemos cambiar,
adaptarnos, hacer nuestras nuevas costumbres y adorar todo aquello que nos
resulte novedoso o distinto desdeñando nuestro acervo. Como ratas que somos
adoraremos a ese nuevo ser superior que nos traiga migajas, las cuales nos
parecerán muy sabrosas sólo por ser distintas. Como advertencia les digo: no se
fíen de las ratas, nunca cambian su naturaleza; sólo cambian de bando.
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obligatorio.
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