El navegante olvidado

Publicado en CurryBeef CM el 15 de mayo.

Hubo una época en que el mundo era plano y terminaba en las Islas Canarias, en Madeira, todo lo más en las Azores. Con la perspectiva actual, parece increíble que estos europeos del sur, estos portugueses y españoles a los que la Europa del norte mira de soslayo susurrando sobre nuestra falta de voluntad, nuestra dejadez, nuestra incompetencia, se empeñaran en hacer de aquel mundo plano un mundo esférico tal y como lo conocemos en la actualidad. Para que comprueben lo arduo de la tarea les propongo un reto. Cojan ustedes una superficie plana, rígida, da igual la que sea, e intenten transformarla en una esfera. Cuando hayan desistido ante lo imposible de tal labor continúen con la lectura de este artículo en el cual no se les revelará cómo hacer semejante metamorfosis, pero sí cómo otros lo lograron.

Allá por 1480 nacieron en Portugal dos individuos. Años más tarde, uno de ellos sería fichado como estrella por la Corona de Castilla cuando eso significaba ser Rey de España y España significaba una retahíla tal de territorios que abarcaban, de manera literal, todo el mundo. El otro se convertiría más en un fichaje de complemento, lo que sería un gregario en el mundo del ciclismo. Si seguimos con las metáforas deportivas, para entrar a formar parte del club de la Corona de España los dos portugueses recurrieron al mismo representante, la Real Casa de Contratación de Indias de Sevilla, creada para fomentar y regular el comercio y la navegación con el Nuevo Mundo. Sus funciones principales eran las del aprovisionamiento y pertrecho de las flotas y la inspección de los barcos que zarpaban a América. Sus funcionarios aparejaban las flotas, compraban mercancías, daban instrucciones a los navíos, fomentaban el trato con Indias, estaban atentos a las necesidades de Ultramar y cuidaban del registro de todas las embarcaciones. La estrella era Fernão de Magalhães, y el gregario, Estêvão Gomes. Para integrarse mejor en su nuevo ambiente, ambos se cambiaron los nombres por los de Francisco de Magallanes y Esteban Gómez. Al primero se le encomendaron los preparativos de la misión de dar a España la posibilidad de llegar a las Molucas por Occidente, atravesando mares no reservados a los portugueses por el Tratado de Tordesillas, y, además de eso, probar que las "Islas de la Especiería" se encontraban en el hemisferio castellano. A Esteban Gómez no se le encomendó nada. Tras años de planes torpedeados por un lado por el Rey de Portugal y por otro por la desconfianza de los españoles hacia el propio Magallanes, partió desde Sevilla en 1519 la expedición capitaneada por este, de la cual Gómez, con una innata habilidad para ascender que fue constante en toda su carrera, consiguió ser nombrado piloto de la nave capitana. Por serles breve y por ser historia conocida, la misión acaba con Magallanes muerto y la tripulación presa del escorbuto y la hambruna. 265 miembros repartidos en cinco naves partieron y tres años y pico después sólo regresaron 17 en un barco comandado por Elcano. Ahora bien, nuestro protagonista, el gregario Gómez, viéndose venir el desastre, en 1520 tomó las de Villadiego en forma de deserción y se volvió a España. Por tal motivo fue encarcelado, y sólo cuando sus compañeros supervivientes llegaron y contaron todo lo acaecido en la travesía fue liberado. Con esa capacidad suya para progresar en el escalafón, y dada la experiencia acumulada como piloto con Magallanes, fue premiado con el mando de una armada que iba a luchar contra los corsarios franceses en 1522. 

Pero no acaba aquí la cosa. De nuevo Gómez y su habilidad para embaucar a los más poderosos logran, en 1524, que la Corona le encargue un viaje en secreto, una especie de misión imposible de la época, para lo cual se le construye un barco a medida, siguiendo sus propias indicaciones, diseñado especialmente para navegar en aguas poco profundas pero a su vez facultado para cruzar el Atlántico. El cometido consistía en ir en línea recta desde La Coruña a Nueva Escocia, bajar bordeando la costa hasta la península de Florida y regresar al punto de partida. Un viaje triangular en apariencia poco relevante, pero que sería de los más importantes llevados a cabo para la historia de la humanidad. En ese trayecto geométrico, Esteban Gómez calcula la estructura del continente americano, el tamaño real de la costa este de lo que ahora es Canadá y Estados Unidos, las características de los vientos, de las mareas, confirma la existencia de lo que los navegantes portugueses llamaban la tornavuelta, la conocida en la actualidad como Corriente del Golfo, que, siguiéndola, permitirá a los galeones españoles volver desde las Indias cargados de oro a España de una manera más rápida, segura y eficaz que todos los demás. Estos datos recabados por Gómez van a suponer la hegemonía de nuestros barcos a lo largo de más de medio siglo en las rutas trasatlánticas; durante unos sesenta o setenta años ningún barco que no fuera español viaja al oeste del paso de Bahamas. Con esta información, la Corona Española crea lo que sería, con toda probabilidad, el primer departamento de I+D+i de la historia, dotándolo de meteorólogos, ingenieros náuticos, armadores, cartógrafos, haciendo de España la dueña del mundo por más de un siglo. Si bien el concepto de expediciones científicas se acuñó para las exploraciones del siglo XVIII, todos los viajes de los marinos españoles o alistados en nuestra flota a lo largo de los siglos XV y XVI aportaron datos científicos que fueron utilizados para desarrollar la tecnología punta de la época.

Durante mucho tiempo, la mitad norte de la actual costa de los Estados Unidos fue nombrada en los mapas como Tierra de Esteban Gómez, tierra que visitó más de cien años antes de que los peregrinos llegasen a la Roca de Plymouth. Tras el regreso de su viaje, residió varios años en La Coruña, donde se consolidó como maestro de obras, y ayudó en la construcción de los barcos de numerosas expediciones oceánicas. Abandonó la ciudad para hacer un dique seco entre el Guadalquivir y el Tagarete, proyecto que no llegó a realizarse. Poco después se embarcó como piloto mayor junto con Pedro de Mendoza en su expedición al Río de la Plata, expedición de la que nunca regresó al morir a manos de los indios en algún lugar del río Paraguay en la primavera de 1538.

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