Dale tiempo.

 

               Publicado en El Día de Zamora y El Periódico de Castilla y León el 29 de octubre de 2020.

Admitamos que cada cosa tiene su proceso y que, por mucha voluntad que queramos ponerle a algo, no se pueden realizar determinadas acciones, o no pueden suceder algunos hechos, hasta que no es su momento. Esto que les acabo de escribir  queda estupendo como concepto abstracto o como punto de partida de algún congreso de psicología o filosofía, pero en nuestro día a día las cosas, las buenas, queremos que sucedan mejor ahora que luego y ya no les digo si ustedes son de carácter impaciente. El tiempo es el símbolo de la humanidad. Esta afirmación, pese a acabar de hacerla, necesita ser matizada de inmediato. Así, el tiempo se ha convertido en el símbolo de la humanidad de ahora, de la actual, y no porque acabemos de descubrir que nuestras vidas son finitas y necesitemos vivirlas sin freno, sino porque parece que estemos tomando consciencia de nuestra fragilidad y, hoy en día que nos limitan nuestro tiempo, pensemos que este se nos está escapando por una brecha como si tuviéramos una fuga y parece que todos corramos a la búsqueda del tiempo perdido, como en la novela de Proust. Quizá tener limitado el tiempo que utilizamos en la banalidad social nos esté volviendo más conscientes de nuestra propia identidad, y lo que nos encontramos no nos guste. Los más jóvenes porque parece que sin el ocio nocturno pierden su cualidad de ser, su esencia, su capacidad de lucimiento individual frente a los demás y a su vez notan el vacío de pertenencia a un grupo determinado, a un clan. Los no tan jóvenes porque sienten que las oportunidades se evaporan con el paso de los minutos que transcurren entre las 22:00 y las 06:00 e intuyen que ya no les queda tiempo. Y la mayoría, en su conjunto, porque ve cómo los recibos, las facturas, los impuestos, siguen llegando a su hora y los recursos cada vez son más escasos y la posibilidad de obtenerlos, menor. Así, por unas cosas o por otras, nos damos cuenta de que vamos teniendo un tiempo limitado para decidir y la fecha de caducidad es cada vez más próxima. “Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades”, decía Cervantes, pero en estos días que se remontan ya al mes de marzo, la necesidad atávica del hombre de querer controlar el tiempo parece más acusada, más presente. Piensen que, si el ser humano es algo, es tiempo. Y negarnos el tiempo es como negar nuestra existencia.

 

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