Supongo
que ya se habrán dado cuenta, pero así estamos: Desbordados.
Ponen ustedes la radio y nos
trasladamos a 1962, plena Guerra Fría, que en vez de andar llevando misiles a
Cuba, esta nueva URSS, o Federación Rusa, o como demonio quieran llamarla, ha
decidido por la vía testicular incorporar a su ya enorme territorio la
península de Crimea. En tamaño, Crimea viene a ser más o menos como la
provincia de Badajoz, pero, como península que es, rodeada de mar por todos
lados menos por uno, y fijo que con menos producción de jamón de pata negra que
los extremeños. Y, al parecer, la culpa de todo esto la tiene Putin, un ex
espía del KGB, y lo peor de todo, abogado. Y ya saben cómo son los abogados,
que se ponen a pedir y a pedir y se lo acaban quedando todo. Pues esa es la
impresión que nos está dando Vladimir, que se le ha antojado empezar a mover
las fronteras como si fueran las ondas que provoca una piedra al impactar con
el agua, y a los checos, polacos, húngaros y similares les está empezando a
apretar la camisa a la altura del cuello cosa mala, mientras miran de reojo a
los EE.UU y a la Unión Europea, que me da a mí que no están muy por la labor de
reñir al niño Vladimir por sus travesuras. Y esto por lo que respecta a Crimea,
pero es que hoy unos científicos han detectado ondas provenientes del Big Bang.
Eso del Big Bang, resumido, es una explosión muy gorda que sucedió hace 13.800 millones de años, ni ustedes ni yo la
vimos, y que dio origen al universo. Ya ven, una cosa explota y origina el
universo, Putin explota y se queda con Crimea. Es lo que tienen las
expansiones, que se lo llevan todo por delante. Y mientras, en Zamora,
celebramos el IX Festival de la tapa. Todo se expande, amigos, hasta los
estómagos de los zamoranos, que desbordados con tanto mal augurio, decidimos
tomar las calles no para rebelarnos contra nuestras miserias, sino para salir
de tapas. O para purgar nuestros pecados en diferentes cofradías. Inconformistas
que somos, ya ven.
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