Tenía
que suceder. Y es que el ir de moderno, de una manera u otra, siempre supone un
coste. Allá por 1969 se creó la primera red
interconectada de ordenadores, lo que podríamos llamar el amanecer de internet.
La cosa esta se popularizó casi veinte años después, y es a partir de ahí donde
la historia que les voy a contar toma cuerpo. Resulta, y esto no nos lo
contaron cuando empezamos a usar internet, que cuando ustedes se conectan
indagando sobre algo a través de cualquier buscador y reciben cual maná la
información que buscaban, de manera recíproca, ustedes le entregan a internet
parte de su ser. A cada momento que pasan delante de su ordenador conectados a
la llamada, de manera rimbombante, “red de redes”, del mismo modo que reciben
información, parte de su ser se incorpora a internet para suplir el hueco que
ha dejado la descarga de su búsqueda. El problema es que hay gente que pasa
tanto tiempo conectada a internet que ya le ha cedido a este monstruo casi toda
su voluntad, incluso su propio ser físico. Alrededor de todo el planeta se han
empezado a experimentar desapariciones de personas, seres que se han sublimado
en sus hogares, en sus puestos de trabajo, en el metro, en el autobús, en mitad
de la calle. Seres que pasaron de estar a no estar, que de tanto que quisieron
sacar de internet pasaron de manera literal a desaparecer e integrarse en esa
nube de información que requirió como peaje, como tasa, su propia presencia. Y
ahora están ahí, en el ciberespacio, y solo podemos acceder a ellos a través de
la propia internet, lo cual crea un círculo vicioso que alimenta a la propia
Bestia, ya que si ustedes quieren contactar con esa persona desaparecida,
deberán hacerlo a través de internet y para ello tendrán que ceder a su vez parte
de sí mismos, con el riesgo de acabar desapareciendo al igual que el ser con el
que pretenden contactar. No caigan. Si creen que un ser está desaparecido,
llámenlo por teléfono. Y si atiende la llamada, queden con él para cerciorarse
de su existencia real. Si no responde, olvídenlo. Se sublimó. Y ya no merece la
pena el sacrificio de buscarlo.
Puedes seguirme en twitter en @cuadrablanco. No es obligatorio.
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