Revolución.

Publicado en El día de Zamora el 1 de agosto. 

Les cuento. Hace unos días, mientras recogía mi lugar de trabajo, dejándolo todo preparado para cuando vuelva a desembarcar en él, allá por el todavía lejano lunes dos de septiembre, me encontré con un viejo manual de mi primer año de carrera, y recordé el primer día de la misma en la vieja aula magna de Fonseca, en las que fueron primero instalaciones de la Facultad de Medicina y que después heredamos los de Derecho antes de que nos trasladaran al Campus. Pues bien, aquel día entró un señor por la puerta, con toda su pinta de profesor, con aspecto cansado, quizá por repetir la misma monserga año tras año a esos infantes de primero de carrera, pero fue ponerse frente al micrófono, subido en la tarima y su figura tornó en egregia. Y lo primero que hizo fue señalar a un anónimo compañero de una de las filas de en medio y decirle “usted, queda expulsado de este aula”. Así, sin más. Al cabo de un rato de perorata, nos preguntó qué idea teníamos nosotros del Derecho. Oiga, que es el primer día, y tras su entrada triunfal cualquiera se atreve a abrir la boca. Pero fue una chica menuda, con gafas, de pelo castaño recogido en una coleta, la que se lanzó y vino a decir que el Derecho eran un conjunto de normas que aseguraban la equidad y la justicia en la sociedad. Y detrás de ella, otros osados vinieron a decir más o menos lo mismo. A todo eso, aquel profesor nos replicó, “y si ustedes lo tienen tan claro, ¿por qué no han hecho nada cuando he expulsado, de manera injusta, a su compañero de clase?” 

Vengo a decirles con esta anécdota que, si pretenden vivir en una sociedad justa, tendrán que empezar a levantar la voz, o llegado el momento la mano. La mano agarrando un palo bien gordo para estampárselo a quien corresponda, claro está. Entramos pues en la concepción de la “Justicia Revolucionaria”. La revolución no puede ser elegante, o pausada, o delicada. Una revolución implica una insurrección, un acto de violencia mediante el cual una clase derroca a otra. Sentados en casa increpando a la televisión ante la injusticia en la que vivimos no vamos a lograr nada. Revolucionen. Contra quien crean conveniente. Y no tarden, que la cosa va a peor. 

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