Les cuento. Hace unos días, mientras recogía mi lugar de trabajo,
dejándolo todo preparado para cuando vuelva a desembarcar en él, allá por el
todavía lejano lunes dos de septiembre, me encontré con un viejo manual de mi primer
año de carrera, y recordé el primer día de la misma en la vieja aula magna de
Fonseca, en las que fueron primero instalaciones de la Facultad de Medicina y
que después heredamos los de Derecho antes de que nos trasladaran al Campus.
Pues bien, aquel día entró un señor por la puerta, con toda su pinta de
profesor, con aspecto cansado, quizá por repetir la misma monserga año tras año
a esos infantes de primero de carrera, pero fue ponerse frente al micrófono,
subido en la tarima y su figura tornó en egregia. Y lo primero que hizo fue
señalar a un anónimo compañero de una de las filas de en medio y decirle
“usted, queda expulsado de este aula”. Así, sin más. Al cabo de un rato de
perorata, nos preguntó qué idea teníamos nosotros del Derecho. Oiga, que es el
primer día, y tras su entrada triunfal cualquiera se atreve a abrir la boca.
Pero fue una chica menuda, con gafas, de pelo castaño recogido en una coleta,
la que se lanzó y vino a decir que el Derecho eran un conjunto de normas que
aseguraban la equidad y la justicia en la sociedad. Y detrás de ella, otros
osados vinieron a decir más o menos lo mismo. A todo eso, aquel profesor nos
replicó, “y si ustedes lo tienen tan claro, ¿por qué no han hecho nada cuando
he expulsado, de manera injusta, a su compañero de clase?”
Vengo a
decirles con esta anécdota que, si pretenden vivir en una sociedad justa,
tendrán que empezar a levantar la voz, o llegado el momento la mano. La mano agarrando
un palo bien gordo para estampárselo a quien corresponda, claro está. Entramos
pues en la concepción de la “Justicia Revolucionaria”. La revolución no puede
ser elegante, o pausada, o delicada. Una
revolución implica una insurrección, un acto de violencia mediante el cual una
clase derroca a otra. Sentados
en casa increpando a la televisión ante la injusticia en la que vivimos no
vamos a lograr nada. Revolucionen. Contra quien crean conveniente. Y no tarden,
que la cosa va a peor.
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