Game Over.

Publicado en El Día de Zamora el 30 de agosto.

El otro día estaba dando un paseo por Valorio cuando me encontré con un grupo de personas, todas colocadas detrás de otra que estaba haciendo unos estiramientos musculares, como si fuera a empezar algún tipo de prueba atlética. Llevado por mi curiosidad me acerqué hasta el presunto deportista el cual resultó ser el mes de septiembre, que se estaba preparando para arrancar a la voz de ya y liderar a la muchedumbre a lo largo de treinta días. Treinta eternos días. Si junio es el viernes, julio el sábado y agosto el domingo, septiembre es el lunes de los meses. Y esa gente… todos con aspecto de estorbarles la corbata, los calcetines, los zapatos cerrados, los vestidos que ahora encierran cuerpos que hasta hace poco se lucían al aire libre para deleite, o no, de mirones y paseantes. Bien es cierto que ese grupo que se disponía a seguir a septiembre no era tan numeroso como otros años. Había pocos trabajadores, fruto de los estragos del paro, y pocos estudiantes, todos ellos con aspecto de, o muy listos, o muy pudientes, sin duda, los supervivientes de las medidas Wert. Septiembre, ese Moisés que en vez de llevarnos a la Tierra Prometida, lo que hace es dirigirnos por un páramo yermo que desemboca en el abandono de la manga corta y la recuperación de las chaquetas y los jerséis. La vuelta a la normalidad, dicen. Para mí es mucho más normal que estemos en la playa, en la piscina, disfrutando del chiringuito y cosas así, pero claro, como a Dios le dio por aquello de “parirás con dolor y te ganarás el pan con el sudor de tu frente” pues hala. Aunque aquí en España somos más de ganarnos el pan con el sudor del de enfrente, seamos sinceros, pero la cosa es que queramos o no, septiembre está a punto de empezar. Ahora toca dar el coñazo a los compañeros de trabajo enseñándoles las fotos de las vacaciones, decirles que a nosotros todo nos ha salido mucho más barato y mejor, y que te has bebido más mojitos y has hecho más el coito que nadie. Sean pacientes, solo son treinta días. Y pasados estos, solo les quedarán nueve meses para que llegue un nuevo verano. Como un parto. Ese que, según Dios, será doloroso.

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