El otro día, por la mañana, sonó el despertador de mi dormitorio y
cuando para apagarlo asomé la mano de debajo del universo cálido de mi edredón
nórdico, noté algo así como un escalofrío. Qué demonios, algo así como no, noté un
escalofrío. Al principio no le di demasiada importancia, pero sí cuando, tras
concederme esos típicos cinco minutos de cortesía remolona para salir de la cama,
subí la persiana, abrí la ventana y me encontré cara a cara con noviembre. Ahí estaba
noviembre, con su frío, con su viento, con su lluvia. Un noviembre como casi todos los
noviembres, pero lo relevante no era eso, sino que yo me había acostado en casi mayo
y había amanecido en noviembre. La conclusión era lógica, había logrado viajar en el
tiempo. Nervioso, busqué por mi cama el genial dispositivo que me había permitido
semejante logro, pero tras un rato de revolver fundas y almohadas, nada hallé.
Decepcionado, me senté en el borde preguntándome por una explicación más lógica, y
con la única que di fue con la de que me había quedado dormido. Sí, casi siete meses,
pero no me lean con esa cara que sé que alguno de ustedes también se ha quedado
dormido alguna vez, por cuánto tiempo es lo de menos. Esa era la explicación más
plausible, porque además tenía unas ganas terribles de orinar, vamos, como si no lo
hubiera hecho en siete meses o así. Fui al cuarto de baño, y al pasar frente al espejo
me di cuenta de que mi reflejo, que hubiera debido ser similar al de un náufrago, era el
mismo de siempre. Vamos, tal cual como si me hubiera acostado la noche antes y
levantado al día siguiente. No había apenas rastro de barba, nada de pelo largo, ni
delgadez extrema. Todo estaba como la noche anterior. Desconcertado, puse la radio
y, según el locutor, seguía siendo casi mayo, pero con un cambio del tiempo que casi
mayo parecía noviembre. También contaron que había una tasa de desempleo del
27,2 %, como la de 1976, dijeron. Así que al final, como siempre, tenía yo razón y había
logrado viajar en el tiempo. 37 años atrás. Estaba en casi mayo de 1976, y ustedes
conmigo, en una España en blanco y negro, en un mes gris. Como todos los demás que
nos aguardan.
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