¡Por favor, píntame un cordero!

 Publicado en El Adelanto de Salamanca el 28 de abril.


Ya lo ven, el habitante del asteroide B 612, que comparte con una rosa orgullosa, es setentón ya. La primera edición de “El Principito”, apareció el seis de abril de 1943 en Estados Unidos, y no fue publicado en Francia sino hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial, en 1946. Para que sean conscientes del “fenómeno principito” en lo referente a las cifras, estamos hablando de un libro disponible en 270 idiomas, sí, yo tampoco sabía que hubiera tantos idiomas en el mundo, lo que lo convierte en el segundo libro más traducido de la historia, sólo por detrás de la Biblia. Su contenido, junto con el hecho de haber sido concebido durante la Segunda Gran Guerra, hizo que enseguida se le asociara con valores universales tales como la protección del planeta, la infancia, o la paz, lo cual supuso a su vez la retroalimentación del propio personaje. 

Y es que “El Principito” está lleno de citas, de sentencias lapidarias, bien pronunciadas por el protagonista, bien por sus acompañantes. Frases que pueden parecernos cursis en la actualidad, como la del zorro que deseaba ser domesticado para así poder tener necesidad el uno del otro, de tal modo que el principito sería único en el mundo para él y a su vez él sería único en el mundo para el principito: “No se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”. En semanas como esta, donde la Encuesta de Población Activa cifra en 6.202.700 el número de desempleados en España, una tasa del 27,16%, es cuando podemos comprender también la protesta que nuestro protagonista hace sobre el gusto de los mayores por las cifras. “A los mayores les gustan las cifras. Cuando se les habla de un nuevo amigo, jamás preguntan sobre lo esencial del mismo. Nunca se les ocurre preguntar: ¿Qué tono tiene su voz? ¿Qué juegos prefiere? ¿Le gusta coleccionar mariposas? Pero en cambio preguntan: ¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre? Solamente con estos detalles creen conocerle.”. Igual puede sucedernos a nosotros. Creemos saber el volumen del desastre por la contundencia de esas cifras terribles, pero sólo lo conoceremos bien si de esas 6.202.700 de personas sin empleo empezamos por el primero, nos cuenta su situación vital diaria y la de su familia, pasamos al segundo, así al tercero, y de manera sucesiva hasta el último.

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