Caducidad

Publicado en El día de Zamora el 2 de noviembre de 2012.

Pónganse en situación. Siete de la mañana, despertador que suena, uno sale arrastrándose de la cama para empezar a arrastrarse por el mundo. Y va directo al cuarto de baño, y lo que ve ante el espejo es un reflejo deplorable de lo que se supone que es uno mismo, venimos a ser la imagen de una camisa antes de planchar pero con forma humana, aunque a esa hora, recién levantado y sin desayunar, la forma es más bien semihumana. Y mientras uno se rasca la cabeza pensando qué hace ahí plantado, se rasca también el culo, y nota un pequeño relieve que ayer no estaba, o que nunca había estado, o que siempre estuvo pero no habíamos reparado en él. Y se baja el pantalón, y gira el cuello para verlo, y como no puede se pone de puntillas y se lo mira en el espejo. Y ahí está, en tinta negra, tatuado, algo parecido a una fecha. Una fecha futura, que te desconcierta porque jurarías que nunca había estado ahí, pero lo importante es que ahora está. Y echas cuentas, y calculas cuánto queda desde esa mañana hasta el día de la marca. No parece demasiado, o sí, depende de para qué o de para quién. Para seguir aguantando a tu jefe, a tu mujer, al imbécil de tu cuñado, queda un mundo. Para hacer lo que te gustaría hacer, no queda nada. Y sí, aunque no quieras verlo, esa fecha es tu fecha de caducidad. O todo lo más, la fecha de consumo preferente, a saber, esa que nos indica que el producto ya no ofrece la plena calidad que debería ofrecer, que puede haber perdido alguna de sus cualidades o no ser enteramente satisfactorio. Vamos, que o usted a partir de esa fecha está para que lo tiren a la basura como metáfora de un entierro, incineración o práctica similar, o bien está para que se quede quietecito porque ya vale para poco o más bien para nada. Y en esas nos encontramos, en pleno proceso de caducidad, porque ya hace tiempo que hemos sobrepasado la fecha de consumo preferente y no somos más que un producto que ha dejado de tener efectos saludables, un producto que todavía está ahí, pero defectuoso. A un producto, a eso hemos quedado reducidos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario