El liderazgo es la capacidad que tiene un individuo para dirigir a una serie de personas o grupos de estas, las cuales a su vez asumen su preeminencia sobre ellos. Hemos pasado de que nuestros líderes nos fueran impuestos por la fuerza bruta, a la ilusión ficticia de que somos nosotros los que los elegimos a través de procesos electorales o asamblearios. Pero miren, no. Los actuales dirigentes, da igual el sector al que nos dirijamos, siguen siendo burócratas de manual, encorsetados en planteamientos inflexibles y, según su orientación cultural, que no política, fácilmente encasillables, predecibles y reconocibles. Y mientras estos siguen midiéndose por valores propios de hace cincuenta años, resulta que la sociedad ha cambiado, no sé si evolucionado, y ahora nos hace falta otra raza de seres que sepan guiarnos por el fango en el que nos encontramos. ¿Y qué nos hace falta? Pues gente flexible que sepa adaptarse a nuevas circunstancias que les sobrevengan y para las que no estaban preparados. Como corolario de esta primera premisa, la burocracia deberá ser erradicada y sustituida por la eficiencia. A modo de ejemplo, mientras que en el resto de nuestro entorno económico uno puede constituir una sociedad en un día, aquí es necesario un proceso de semanas, si no de meses. Nuestros nuevos líderes deberán ser también sociales, colaboradores y visibles. Se acabó eso de encerrarse en palacios de cristal, eso de dar comunicados sin preguntas disfrazándolos de ruedas de prensa. Tienen que decirnos por qué toman esas decisiones, para qué y las consecuencias que nos pueden deparar. Para ello también será necesaria la extinción del miedo al fracaso. No es que fracasar sea algo maravilloso, pero Errare humanum est, errar es humano, es implícito a nuestra naturaleza el equivocarse, por lo que se deberán asumir riesgos en las decisiones y huir de las zonas tibias. Por ello, será necesario estar capacitado para asumir esos fallos, reconocerlos sin caer en el escarnio, y tener la habilidad de superarlos con nuevas propuestas que nos hagan avanzar. Ya ven, a modo de ideario básico no me ha quedado nada mal, ¿eh? Y aun siendo conscientes de la dificultad de llevarlo a la práctica, pueden empezar a ensayarlo dentro de su entorno familiar, social, laboral o empresarial. A ver si la próxima vez elegimos mejor.
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