Pues así casi sin darnos cuenta ya estamos en verano. Tienen que haberlo percibido porque de repente las faldas y los pantalones se han acortado, y para entrar en los locales hace falta una chaqueta o un forro polar gracias a las bondades de los sistemas de aire acondicionado. Si son ustedes un poco más perspicaces, lo habrán notado también por ese olor a sobaquina rancia que dejan algunos seres humanos -en este caso lo de humano es un mero tecnicismo- que pasan cerca de ti, o se colocan a tu lado en la barra de un bar, o sencillamente existen. Ya, si me apuran, habrán detectado que con esa justificación del “hace calor” las personas recurren a un estilismo de dudoso gusto, y no les hablo de la clásica sandalia con calcetín, sino, por ejemplo, de la camiseta de tirante, una institución entre el sector masculino. Ya sea un Adonis o un Sancho Panza, la camiseta de tirante solo sirve como prenda de ropa interior, y en el caso hipotético de que usted piense de modo diferente, merece la muerte social. Y qué decirles de ellas, que las hay que se creen candidatas a entrar en esa cosa de “Hombres, mujeres y viceversa” y lucen de esa guisa ya sea para ir a hacer la compra como para ir a renovar el D.N.I. Y es que el verano, al parecer, nos faculta para ir de guarros y horteras por la vida. Y de maleducados, que como las jovencitas van más ligeras de ropa puedo decirles lo que me venga en gana, y si no quieren que se lo diga pues que no se vistan así, que es que van provocando y luego pasa lo que pasa, diría ese ser de sudor y pensamiento rancios mientras se ríe y te da una palmetada en la espalda. Es verano, disfrútenlo y háganselo disfrutar a los demás, que porque ustedes “sean así” el resto no tenemos la obligación de padecerlo. Ah, y si se van a poner sandalias, prométanme que antes se mirarán bien los pies. Gracias.
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