No, no se preocupen que no vengo a plagiarle a Javier Marías su última novela, solo le tomo prestado el título porque hace unos días, mientras estaba en el sofá del salón de mi casa, ese que ustedes ya deben de conocer casi mejor que el suyo propio, me enamoré. Así, sin más, como quien estornuda y acto seguido es consciente de que se ha acatarrado. Y ahí me ven, sentado y enamorado, cuánta felicidad pensarán, pero no, como siempre que hay un pro hay un contra y es que yo, enamorado como estoy, no sé de quién. Y es un grave problema, porque resuelto como soy, bajé a la calle y me dispuse a encontrar a aquella o a aquel que me había arrebatado el corazón, pregunté a varios transeúntes si ellos habían sentido también el impulso del enamoramiento y que si por un casual era yo el destinatario, pero se apartaban de mí con cara de susto. Al poco de mi aventura, llegaron unos señores en una ambulancia y me dijeron que les acompañara, que era por mi bien, que no opusiera resistencia, me vistieron con una camisa de esas de las que Harry Houdini escapaba como si tal cosa y me encerraron en una cómoda habitación acolchada. Así que ya saben, para comenzar un proyecto vital, empiecen por los cimientos por mucho que les guste el tejado, porque al final, este solo sirve para subirse a él y arrojarse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario