“Hacerse el
muerto” es el título del último libro del escritor Andrés Neuman y que según
nos dicen en su promoción, es un conjunto de relatos que trata sobre la pérdida
y la nostalgia sin caer en el pesimismo. Ustedes no pueden verlo, pero reposa
recién comprado en el sofá de mi casa dispuesto a ser atacado según vaya
teniendo tiempo; ahora bien, de lo que si pueden darse cuenta es de la cantidad
de personas con las que se encuentran a diario y que, al contrario que en el libro
de Neuman, se hacen los vivos. A poco perspicaces que sean, habrán observado
que ya nadie se atreve a decir que está mal, y cuando nos preguntan enseguida
apuntamos el latiguillo del estoy bien, que suele implicar una triple realidad:
nueve letras, dos palabras y una mentira. Lo malo no es ya que nos escondamos
en esta moderna santísima trinidad, si no que cuando alguno de nosotros medio
detecta que el interlocutor con el que se cruza por la calle va a intentar
decirnos que no se encuentra bien, e incluso pretende la osadía de explicarnos
el porqué, nos entra la prisa y salimos huyendo no vaya a ser que nos contagie
de su pesimismo. Y si, aunque no se lo crean hay por el mundo gente
desagradable que no está bien y necesita contárselo a alguien, ya saben,
personas patéticas que solo necesitan desahogarse.
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