Publicado en El Día de Zamora y El Periódico de Castilla y León el 22 de marzo de 2024.
Según la mitología de la antigua
Grecia, Feme era la diosa de los rumores, los cotilleos y la fama. Se encargaba de
extender las habladurías y los hechos de los hombres, sin importarle si estos
eran ciertos o no, o si eran justos o negativos. En la iconografía, se
representaba como una criatura alada de inaudita rapidez para cumplir su
misión. Tenía un ojo detrás de cada pluma y una lengua por cada ojo que repetía
sin cesar todo aquello que aprendía. Además, estos ojos nunca se cerraban. En
lo que respecta al ser humano, llevamos en nuestra propia esencia la necesidad de comunicarnos,
de proyectarnos y compararnos con los demás, estableciendo así relaciones a
través de las distintas actividades que realizamos, ya sean estas profesionales,
artísticas, culturales, políticas, etc. En todas ellas se reúnen diversas
circunstancias de diferente índole dependiendo de la actividad en sí, pero también
en todas ellas, inherentes a la propia existencia humana, el hombre siente la
necesidad de la “Fama”, necesita ser famoso, ser conocido por los demás,
destacar de la comunidad y ser reconocido y admirado por sus semejantes y para
ello lucha durante toda su existencia. La fama proporciona al ser humano
distintos beneficios: económicos en unos casos, profesionales en otros,
privilegios y poder, etc., y en todos los casos sitúan al famoso por encima de
los demás, respetado y admirado por sus semejantes. Esto en principio podría
resultar loable, si no fuera porque los medios para lograr la fama pueden ser
empleados para enmascarar intenciones aviesas, así como para obtener apoyos y realizar
maniobras que aporten méritos inexistentes y valoración de obras de
escasa trascendencia, primando la influencia, el cohecho, el clientelismo y la
prevaricación, así como la propia intriga, el juego sucio y la traición. En
suma, las malas artes para obtener los beneficios derivados de esa ansiada fama.
Vaya bajón que les acabo de dar a ustedes, pero desde que empezaron a leer este
artículo sabían de sobra que íbamos a llegar a esto.
Por concluir; lo que hoy conocemos como fama, esa indumentaria vital que
parte de la relación del individuo con sus semejantes, si la engranamos en el
momento histórico (añadiría e histérico) que nos ha tocado vivir, ha
desarrollado el crecimiento de otro de los atributos de la popularidad: el egoísmo.
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