Publicado en El Día de Zamora el 12 de diciembre de 2014.
No encontrarán
aquí un tratado sobre filosofía, primero porque mis conocimientos no dan para
ello, segundo porque no tengo espacio. Así, felices ustedes por no aguantar el
rollo y yo por tener que escribirles poco. Pero permítanme un pequeño
coqueteo con la materia. El cometido de la filosofía desde sus orígenes ha sido proponer un ideal de
conocimiento exacto de la realidad, de sociedad justa, de belleza y de
individuo. Un ideal implica que, por su perfección, nos señala un camino a
seguir y nos lo ilumina. Incluso moviliza nuestras conciencias para ello. ¿Pueden
decirme ustedes a día de hoy alguien o algo, una idea por ejemplo, que cumpla
estos parámetros? Voy más allá, el genuino ideal aspira a ser universal e
intemporal. Sí, se que les estoy poniendo unos requisitos que, si ni siquiera los
buscaron ustedes en el momento de emparejarse, como para ponerse a ello ahora.
Pero no desesperen, que les propongo un plan B. Ante la ausencia de ideales,
deberíamos conformarnos con aspiraciones menores, con ideas menores, individuos
menores. Pero como los seres humanos somos así, extremistas, nos vamos del
ideal como concepto de perfección a la mediocridad, no entendida esta como algo
de calidad media, que para el caso... sino que lo rebajamos a una concepción de
escaso mérito, tirando a la mala calidad. E ideas y personajes de mala calidad,
ante la ausencia de figuras ideales, nos han invadido hasta crearnos la ficción
de que son a ellos a los que debemos seguir con total devoción. Y cuando
despunta algo con el asomo del brillo de un ideal, procuramos deshacernos de
él, no vaya a ser que con su fulgor ilumine la vulgaridad en la que estamos
sumergidos. Hubo un tiempo en el que el juez Gómez Bermúdez, recuerden, aquel
calvo integral y con gafas, era un aspirante a ideal, pero tras el juicio por el
11M nos lo quitamos de encima y pusimos al juez Ruz frente al caso
Gürtel-Bárcenas, para ver si era un tipo menos ideal y más dócil. No ha
sido el caso, y también ha habido que sacarlo de la circulación porque había
agitado el avispero de más. ¿Y ahora? Ahora podrían ahorrarnos el continuo
bochorno y colocar al mando a cualquiera. Carlos Floriano mismo, por ejemplo,
que para eso estudió Derecho. Uno de los nuestros. Y ya.
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