Según han leído el título de esta columna, ustedes no tendrán ni
puñetera idea de lo que les voy a contar hoy, así que iré dándoles pistas. A
poco perspicaces que sean, habrán visto por la calle que los niños y no tan
niños llevan unos días vestidos de forma estrafalaria con la pretensión de dar
miedo; claro que del niño gracioso vestido de fantasma a su vecina de
diecinueve años vestida de vampiresa va un abismo, pero ambos se han empeñado
de un tiempo a esta parte en celebrar la cosa esa de all Hallows' Eve, más conocido como Halloween, vamos, la víspera de
Todos los Santos. Si usted tiene ya una edad, esto de Halloween le parecerá una
soberana gilipollez y no lo habrá festejado en su vida, pero como en este país
nos empeñamos en importar cualquier moda ridícula venga de donde venga a los
efectos de justificar excesos etílicos y carnales -si bien estos últimos suelen
quedarse en vanos intentos- conviene aclararles que el ahora llamado Halloween
es lo que toda la vida ha venido llamándose Samaín, festividad de origen
celta, la más importante del periodo pagano que dominó Europa hasta su
conversión al cristianismo, que la transformó en el Día de Todos los Santos. Ya
ven, la iglesia católica reconvirtiendo siempre las cosas a su imagen y
semejanza. En el Samaín se celebraba el final de la temporada de cosechas en la
cultura celta y era considerado como su año nuevo. Es tanto una fiesta de
transición, el paso de un año a otro, como de apertura al otro mundo. Su
etimología es gaélica: samhain, "fin del verano". Por el Samaín era
costumbre vaciar nabos -posteriormente calabazas debido a una tradición
irlandesa- para ponerles dentro velas. Varios siglos después, esta tradición,
renacida en la actualidad gracias al movimiento neo-pagano, tiene continuidad
al ser exportada por los irlandeses a Estados Unidos en el siglo XIX y
principios del XX en el actual Halloween. Así que ya ven, modernos, están
ustedes festejando el año nuevo celta. Y aunque poco les importe lo que acabo
de escribirles, igual este rollo les sirve de excusa para entrarle a la vecina
de diecinueve años que va vestida de vampiresa. La cultura es sexy, amigos.
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