Les cuento. A poco perspicaces que sean ustedes, se habrán dado cuenta de que para poder pilotar cualquier vehículo a motor, por pequeño que sea, el estado nos exige la obtención de un permiso, el cual implica el tener que aprobar un pequeño examen psicotécnico. Pues bien, para el acto reproductivo no se exige nada de esto y claro, la gente se reproduce a lo loco y sin control ninguno, y después vienen los problemas. Porque díganme ustedes, ¿a santo de qué razón tengo yo que aguantar al niño molesto que grita o que estando yo sentado en una terraza me da un balonazo, o viene y me toca con sus sucias manitas? Y todo porque los progenitores de tal criatura no creen en la disciplina, o como la criatura en cuestión todavía es pequeña ya tendrá tiempo de aprender. Y vamos a más. ¿Por qué el Estado tiene que mantener en centros de menores a aquellos seres descarriados que han vulnerado las leyes? ¿Por qué soportar ese gasto social, que sin duda merecería ser empleado en mejores cosas y más necesarias? Y de los centros de menores, pasamos a las cárceles y más de lo mismo. Para reproducirse, sería necesario primero un test de compatibilidad genética, que por mucho que usted quiera tener un hijo con tal o cual persona, igual de esa mezcla de genes nos sale un Jack el Destripador, un Ed Gein, un Albert Fish, o más cercano a nosotros, un Manuel Delgado Villegas. O incluso peor, que el vástago sea afín a Belén Esteban o un concursante de Mujeres, Hombres y Viceversa. Una vez superado el test de compatibilidad genética, los aspirantes a seres reproductores deberían pasar un test de aptitud, sobre ética, valores cívicos, inteligencia, vamos, todo aquello que la lógica nos marca como necesario para poder ser padre y educar al fruto de nuestra carne conforme a los buenos modos sociales y no como un cani o una choni. ¡Basta ya de procrear como si estuviéramos en la Edad de Piedra! Sirvámonos de la ciencia para mejorar la raza y el bienestar de los que ya estamos aquí. Que no, que no es nazismo, que es lógica y ciencia. Medítenlo, y verán cómo me acaban dando la razón.
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