Thomas
Williams tenía un acento peculiar debido a su origen sureño. Esto
es tan común como si ustedes hubieran nacido, por ejemplo, a orillas
del Guadalquivir y sus amigos de otros puntos cardinales les hicieran
notar ese deje tan característico de los andaluces. Y ya como
gracieta, tales amistades, en un alarde de ingenio, deciden apodarle
con el mote de “Sevilla” o “el andaluz”, pasando su nombre de
pila a un mero borrón en su D.N.I. Pues algo parecido le ocurrió al
joven Thomas, al cual, por su fuerte acento sureño, sus compañeros
universitarios decidieron apodar Tennesse.
Thomas
Lanier Williams III nació en
Columbus, Mississippi, el 26 de marzo de 1911, pero debido a la poca
agudeza de sus camaradas poniendo sobrenombres, fue conocido toda su
vida como Tennesse Williams. Una vez más nos encontramos ante la
figura genial de un tipo que empezó siendo un niño endeble el cual,
debido a la difteria, se pasó casi dos años encerrado en su casa
sin apenas poder hacer nada. Ahí tienen al pequeño Thomas, con
siete años, enfermo y aislado del mundo. Y es que la vida de
Williams sólo es comprensible con la presencia, a lo largo de la
misma, de un tópico tras otro. Así, junto al anterior de niño
frágil añadamos ahora el de la figura crucial de una madre, la cual
no iba a permitir que su hijo se volviera un holgazán. Para ello
Edwina Williams primero alentó a su hijo a que recurriera a su
imaginación para vencer el aburrimiento, y poco después le regaló
una máquina de escribir para que ejecutara lo imaginado. Y así,
sobreponiéndose a la difteria, apoyado por su madre y marcado por el
carácter violento de su padre Cornelius, Thomas Williams comienza a
escribir artículos en la prensa local, cuentos y pequeñas obras de
teatro. Con esa imaginación bullendo, y tras sus estudios
universitarios, el ya conocido como Tennesse Williams traslada su
residencia a Nueva Orleans. Es allí, en 1943, donde escribe la
novela “El zoo de cristal”, semi autobiográfica, y en la que se
cuenta el abismo existente entre
el mundo que se quiere ver y la realidad, a través del retrato de
una familia del sur de los Estados Unidos en la que todo gira
alrededor de la figura materna. En
ella Williams vuelca su dolor por su hermana Rose, que se pasó la
vida en diferentes instituciones mentales y que quedó incapacitada
por una lobotomía autorizada por sus padres cuyo resultado fue
funesto. Aparece así un nuevo tópico que ha acompañado a todos
estos genios literarios, el alcoholismo que en mayor o menor
intensidad convivió con él para el resto de su vida como un vano
intento de mitigar el dolor y como catalizador de su creatividad. La
novela fue adaptada al cine y estrenada en Nueva York, con éxito. A
los 34 años, Tennessee Williams era ya una celebridad. En 1947, concibe “Un tranvía llamado deseo”, obra emblemática
por mostrar de una manera brutal y directa, de un modo que no se
había hecho hasta entonces, la sexualidad, en todos sus aspectos, y
las emociones de sus personajes, características estas que serán
santo y seña en toda la literatura de Williams. Gracias a esta obra,
gana en 1948 el Premio Pulitzer de
drama.
Con
todo este bagaje, abandona la vida bohemia de Nueva Orleans por la de
Nueva York, donde, pese a su fama y fortuna, desempeña trabajos como
camarero o portero, pero todo ello sin dejar de lado la literatura
costumbrista y sureña. Y es ese sur, el sur de su infancia, el que le da de nuevo
argumentos para escribir “La gata sobre el tejado de zinc caliente”
por la que gana un nuevo Premio Pulitzer en 1955 y en la que vuelven
a confluir e interaccionar todas las emociones del ser humano, la
indiferencia, la codicia, el desánimo, la vida llevada como mentira,
la soledad, el alcoholismo como refugio, la apariencia y la
frustración sexual, todo ello sin apenas trama alguna, definido de
un modo sencillo y efectivo por quien maneja a la perfección la
tensión y dramatismo de turbias situaciones familiares ambientadas
de un modo tragicómico. Sus trabajos triunfan en Broadway, triunfan
en Hollywood, se muestra prolífico y escribe casi una obra por año,
"De repente, el último verano" (1958), "Dulce pájaro
de juventud" (1959) y "La noche de la iguana" (1961).
Pero tópico tras tópico, después de alcanzar el éxito, Williams
inicia su particular y dramático descenso. Solo y abrumado, no
consiguió escribir más que algunas piezas menores con críticas
adversas. Desprecia a otros dramaturgos y, cómo no, a los críticos,
a los que califica de vampiros nauseabundos.
Su
vida, marcada por el desequilibrio y por el miedo a heredar la
enfermedad mental de su madre y de su hermana Rose, y su poco
disimulada homosexualidad, no le ayudaron nunca a obtener la deseada
estabilidad, porque es muy difícil ser
equilibrado y a la vez que te prohíban, te repriman y te coaccionen.
Su convivencia con Frank Merlo, su amante, su amigo, y la muerte de
este en 1963 acentuaron su latente adicción al alcohol y a las
drogas. Tennessee Williams no salió oficialmente del armario sino
hasta 1975 cuando publicó sus “Memorias”. Y, como último
tópico, murió solo en una habitación de hotel de Nueva York el 25
de febrero de 1983, treinta años hace ya, tras ingerir un tubo de
pastillas contra el insomnio.
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