Lincoln

Publicado en El Adelanto de Salamanca el 20 de enero.

El 18 de enero se estrenó en España la película “Lincoln”, dirigida por Steven Spielberg y protagonizada por Daniel Day-Lewis, actor que acaba de llevarse el Globo de Oro a la mejor interpretación dramática masculina. Como no he visto la película no puedo ponerme aquí a hacerles una crítica sobre ella pero sí puedo informarles de cosas que cuando vayan a visualizarla Spielberg seguro no les va a contar. A modo de introducción, decirles que Abraham Lincoln fue el decimosexto presidente norteamericano, elegido durante la guerra civil, y el primero del partido republicano. Murió asesinado en el teatro Ford mientras presenciaba una comedia musical, tomen nota aquellos que pretendan tragarse las casi tres horas que dura la cosa esa de “Los Miserables”, tres horas venga a cantar y cantar. ¿Cuándo vamos a darnos cuenta de que nadie se desenvuelve por la vida pidiendo un café cantando, o cantándoles un lunes a los compañeros de trabajo las andanzas del fin de semana? Y menos Jean Valjean, con lo canutas que las pasó. Pero volvamos a nuestro amigo Abraham y a todo eso que no van a ver en su película. Para empezar, su homosexualidad, que por algo su gabinete decía de él que tenía un "streak of lavender" algo que podría traducirse como un "ramalazo a lavanda". Pero lo que más me intriga de Lincoln no es con quién compartiera o no sus momentos de asueto, sino su iniciación en una de las sociedades secretas de la masonería del plano invisible, las cuales no corresponden a movimientos políticos bajo cuerda, sino a la realización de prácticas esotéricas. La “Fraternity of the Rosy Cross”, que así se llamaba la sociedad, se dedicaba a la práctica de rituales mágico-sexuales y satánicos, así que mientras nuestro presidente liberaba a los esclavos mediante la Proclamación de Emancipación, sacaba tiempo para actividades más entretenidas, que no me dirán que eso de ritual mágico-sexual no les pone. Y no sabemos si de aquellos actos con polvos incluidos devinieron estos fantasmales lodos, pero resulta que el espíritu de Lincoln es el que más se aparece tanto a los moradores como a las visitas eventuales de la Casa Blanca. Para terminar, reconocer la puesta en escena de su asesino, John Wilkes Booth, el cual al grito de "Sic semper tyrannis" (así siempre a los tiranos) le pegó un tiro en la cabeza. Y no, con este último dato no estoy tratando de darles ideas.

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