Publicado en La Galerna el 7 de octubre de 2020.
El 22 de septiembre de 2004 se estrenó en Estados Unidos la serie “Perdidos” (“Lost”) y a lo largo de seis temporadas a unos les gustó y a otros no, pero por debajo había un debate entre si era una obra maestra, algo no visto hasta aquel momento o sólo una estafa. Y esta discusión la mantenías con amigos, conocidos y familiares mientras te tomabas una copa o durante el café de la sobremesa. Todo eso cambió el 21 de marzo de 2006, cuando Jack Dorsey lanzó el primer tuit de la historia. A partir de ese momento, las controversias, críticas o comentarios sobre lo que fuera (y enfatizo ese “sobre lo que fuera”) empezaron a desarrollarse en una plataforma digital llamada Twitter. Ya no bastaba con ver la serie “Perdidos”, había que contar que la veías y dar tu opinión sobre ella en Twitter. Y si eras un verdadero usuario de esa red social, además era obligatorio denostar las opiniones de los demás. Daba igual que no hubieras cogido una cámara en tu vida, ni que no supieras escribir tres líneas de guión; tú tenías una cuenta de Twitter y tu criterio debía prevalecer sobre todas las cosas. Desde 2006 todos opinamos de todo, y resulta ya imposible decir que tal o cual cosa te entretiene o te aburre, porque ahora, cuando escribes un tuit, tiene que parecer que dominas la materia como si fueras un experto. Y claro, el fútbol no iba a quedar fuera de esta onda expansiva. En el amanecer de Twitter comenzó a gestarse el gran debate de nuestro tiempo: ¿qué es jugar bien al fútbol y qué no? (sobre esto ya escribí en La Galerna el 29 de enero). Esa disputa, en mi opinión, nunca debió producirse dado que lo importante del fútbol, en abstracto, es que te resulte divertido/entretenido o todo lo contrario. Pero a día de hoy, entre las redes sociales y los medios de comunicación, para poder hablar de fútbol, tienes que aparentar ser un doctor en la materia. Ahora los partidos se escrutan, las alineaciones se diseccionan, que si 4-4-2, que si 4-3-3, que si rombo, que si falso nueve, que si media punta, que si la táctica, que si este equipo “tiene buen pie” (reconozco que esta expresión tan moderna me parece cursi y estúpida, como si ahora todos debiéramos ser podófilos). Los medios de comunicación tienen un ejército de comentaristas cuyo número se multiplica en las redes sociales. No se te ocurra decir que tal o cual futbolista “te gusta”. Ahora tienes que decir que ese jugador del que hablas es un “box to box”, “juega bien de espaldas”, “tiene visión de juego”, “es un genio sin balón” (cómo demonio puedes ser un genio sin balón en un deporte que se juega con balón) y por supuesto, que “tiene buen pie”.
Hemos
abandonado el mero entretenimiento por la impostura, como si para dar una
impresión sobre un equipo o jugador tuviéramos que tener el título de
entrenador, un máster en táctica, un doctorado en estadística. Cada uno tiene
sus preferencias sobre algo, que en realidad es lo que te gusta, y ese
favoritismo no tiene por qué venir respaldado por unos argumentos
teórico-prácticos. Tú lo prefieres así igual que el de enfrente lo prefiere de
otra manera. A ti te gustan las rubias y al otro las morenas, y eso no tiene
detrás un sesudo análisis de comentaristas y expertos. Más que nada porque no
hay cosa peor que cuando esos estudiosos del fútbol se empeñan en dogmatizar
que tal sistema es el bueno, que tal jugador es el referente, tú estés delante
de la tele aburriéndote como una ostra mientras que en Twitter, en 280
caracteres o en un hilo eterno de tuits, te haces el listo sobre el despliegue
táctico del partido. Como si fueras Eisenhower el 6 de junio de 1944.
Puedes seguirme en twitter en
@cuadrablanco. No es obligatorio.
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