Escraches

Publicado en El día de Zamora el 19 de abril.

El otro día salí por la mañana de casa y me encontré un escrache de esos. Ahí tenía, delante de mí, a un montón de gente vociferando contra no sé qué. Yo pensaba que estaría dirigido a algún político que de incógnito vivía en mi edificio, camuflado entre seres humanos comunes, llevando una doble vida, del que al enterarnos de su condición diríamos que era amable, que siempre saludaba por las mañanas, una vez tocó a mi hijo, no sospechamos nunca que fuera un político. Pero no, el escrache estaba dirigido a mí, porque según me desplazaba por la ciudad, aquella masa me acompañaba durante el trayecto. Aporreaban instrumentos varios, gritaban consignas pegadizas, y ahí me tienen, encabezando semejante desfile, que sólo me hacían falta un par de campanas para convertirme en un barandales laico al frente de una procesión de indignados. Lo curioso es que, al parecer, este escrache era por mi bien. Según me dijeron los escrachistas, los escrachadores, los como demonios se llamen, habían constituido una plataforma para procurar que los escrachados (sí, yo también estoy empezando a liarme con la palabrita) no dejáramos a medias las cosas que hacemos. Yo intenté hacer un gracejo sexual diciéndoles que yo nunca dejaba a medias nada, pero no les hizo gracia, la cuestión iba en serio. Me dijeron que tanto yo como muchos otros iniciábamos las cosas con mucho ímpetu, pero que poco a poco las íbamos abandonando. Libros, personas, videojuegos, series de televisión, comportamientos, actitudes, una lista interminable de la que por dejadez, despiste, vagancia o desidia vamos desertando. El problema era que todo aquello que se quedaba a medio hacer estaba originando un caos ingobernable y había que ponerle fin antes que se desbordara del todo. Así, todos los personajes de libros, películas y ficción en general estaban ahí, angustiados, sin saber el destino final de sus vidas, tupiéndose a ansiolíticos y antidepresivos por culpa de la zozobra que les ocasionaba la espera. Y también con las personas. Gente a la que conoces, y que te resulta interesante, pero que por mera dejadez, por vagancia, vas dejando de lado como ese montón de ropa que tienes que ponerte a planchar pero que nunca encuentras el momento. Y así hasta que dejas de hacer de todo y ya no recuerdas si la culpa fue tuya, de tu mierda de vida o de ambos.

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