Allá por 1942, y después de que Sudáfrica hubiera apoyado a los aliados durante la Segunda Guerra Mundial, el Partido Nacional, simpatizante de los nazis, se preparaba para alcanzar un poder del que había estado cerca, pero por el que tuvo que esperar hasta 1948 debido a la Gran Guerra. Su ideario era básico, fundamentado en el apartheid, palabra que en Afrikaans significa "separación". Al llegar al Gobierno crearía un vasto sistema jurídico y social para separar a las razas blanca y negra, con ventaja para la primera, a la que se le otorgaba privilegios tales como el derecho de voto, viajar libremente por el país, ganar más que un negro por el mismo trabajo, que los negros vivieran en zonas alejadas de los blancos, estudiaran en escuelas separadas de los blancos y con una educación limitada, etc.
En el otro lado del mundo, y también en 1942, nacía en Detroit, Michigan, Estados Unidos, el sexto hijo de una familia de inmigrantes mexicanos, que por el número de progenie que hacía en el linaje recibió el nombre de Sixto. Y a Sixto, criado en los barrios más duros de Detriot, le dio por la música y adoptó el nombre artístico de Rod Riguez. Poco duró ese apodo al igual que su primer single, del que se desconoce si llegó a vender alguno. Es 1970, pasados tres años desde ese single pionero, y ahora ya bajo el nombre de Rodríguez, Sixto publica su primer disco, “Cold Fact”, en cuyas letras habla de las crueldades que afrontan los sectores sociales más pobres y marginados de las grandes ciudades, y otro más en 1971, “Coming from reality”. Tras recibir críticas que los tachan de mediocres, y con un bajo nivel de ventas, Sixto Rodríguez renunció a su carrera de músico: había sido uno más de tantos que lo intentó sin éxito, teniendo que refugiarse en la construcción para ganarse la vida y convirtiéndose en un activista político preocupado por mejorar la existencia de la clase trabajadora de Detroit. Incluso se presentó como candidato al Consejo Municipal en 1989. Como era de esperar, no ganó.
Mientras, en Sudáfrica, en la década de los 70, tenemos todavía al gobierno del Partido Nacional manteniendo su política racista contra los negros, pero ya con un considerable aislamiento internacional que supuso la ruptura de relaciones diplomáticas y comerciales y la prohibición de participar en acontecimientos deportivos internacionales. Al mismo tiempo se consolidaban los movimientos internos anti-apartheid, especialmente el Congreso Nacional Africano, que iniciaron campañas de resistencia, huelgas, marchas, protestas y sabotajes reprimidos con dureza por las fuerzas del gobierno. Saltando por encima del cerco comercial, un desconocido introduce en el país unos pocos vinilos de un artista norteamericano. No hablamos de un héroe; un puñado de discos no suponía la ruptura del bloqueo internacional, y como al artista tampoco se le conoce de nada, los discos entran en el país y se filtran entre la férrea censura impuesta por el estado. Y es en esa Sudáfrica del dolor, de la marginalidad, del racismo, donde las letras de este artista, letras que hablan del enfrentamiento de los oprimidos contra el sistema que los subyuga, prenden, se convierten en un éxito, más que un éxito, un himno de la lucha contra la política de apartheid, pero no sólo entre los negros, sino también entre los blancos disconformes con el sistema y que vieron su protesta y su lucha reflejadas en esas canciones. El disco en cuestión era “Cold Fact” y el artista desconocido era Sixto Rodríguez. En Sudáfrica empiezan a venderse copias y más copias del vinilo. Pero hay muy pocas y pronto se agotan. Por ello, un sello discográfico australiano compra los derechos de todo el catálogo musical de Rodríguez y empieza a reeditarlos.
“Cold Fact” llega a disco de platino en Sudáfrica, pero dada su política aislacionista, nada de esto llega a saberse en el resto del mundo. La mecha está prendida y no va a parar. Los dos discos de Rodríguez, el ya referido “Cold Fact” y “Coming from reality” así como el single que grabara en 1967 “I'll slip away” se venden por miles en Australia, en Nueva Zelanda, en lo que antes era Rhodesia y ahora es Zimbabue. Debido a este inesperado éxito, Rodríguez da un par de conciertos en Australia, entre 1979 y 1981, después de lo cual se retiró de la vida pública.
Pero es en Sudáfrica donde el cantante se convierte en un ídolo que alcanza la categoría de mito. Nadie allí sabe nada de su vida, y todos le dan por muerto en extrañas y dramáticas circunstancias. Unos dicen que se pegó un tiro en la cabeza, otros que se prendió fuego en un escenario, la mayoría, que una sobredosis había acabado con él, así que, cómo no, era una buena historia averiguar cómo aquel cantante desconocido había muerto y acrecentar así su leyenda. A ello se pusieron a mediados de los años 90 Stephen Segerman y Craig Strydom, que comenzaron a investigar acerca de la identidad de Rodríguez y la razón por la cual el cantante nunca supo acerca de su éxito en Sudáfrica. Crearon una página web llamada “The Great Rodriguez Hunt” con la intención de encontrar cualquier información sobre este misterioso músico norteamericano, buscaron en las compañías discográficas, intentaron contactar con los productores que trabajaron con él. Strydom logró hablar con Mike Theodore, uno de los productores de “Cold Fact”, y al preguntarle cómo se había suicidado el cantante, Theodore le dijo que Rodríguez no estaba muerto. Cuando lo encontraron, le hablaron del impacto social que su música había tenido en aquel país, y le propusieron actuar en Ciudad del Cabo. Es 1998 y Sudáfrica está presidida por un negro llamado Nelson Mandela. Rodríguez, acostumbrado a tocar en tugurios, no se hacía a la idea de lo que le esperaba. Recibimiento en el aeropuerto por miles de personas que lo aclamaban, fotógrafos, limusinas, suites de hotel. Cuando salió por primera vez al escenario, agarrado a su guitarra, una multitud entregada lo ovacionó durante más de diez minutos sin dejarlo cantar, minutos en los que sólo podía escucharse un bajo, el clamor del público y el silencio de Rodríguez. Luego se filtró entre ellos la voz del hombre que habían creído muerto. Así, durante cinco noches se reprodujo todo este ritual, la rendición ante la voz y la música del mito.
Pero después de esa semana de éxito, Rodríguez volvió a Detroit, a su vida humilde y austera, hasta el año 2006, cuando apareció un sueco para, de nuevo, darle vida a su historia. Durante cuatro años Malik Bendjelloul filmó a Rodríguez, a su familia, a su entorno y a sus fans sudafricanos, y todo ello para crear el documental “Seaching for Sugar man” que se estrenó en el año 2012 en el Festival de Sundance. Desde entonces, todo han sido triunfos hasta llegar al Óscar 2013 al mejor documental. Rodríguez prefirió no asistir a la ceremonia.
No hace mucho, concedió una entrevista a Rolling Stone, en la que reconocía haber escrito una treintena de canciones nuevas, así como haber entablado conversaciones con su antiguo productor, Steve Rowland, sobre futuras grabaciones. Mientras tanto, sigue viviendo en la misma casa y en el mismo barrio de su Detroit natal.
En el otro lado del mundo, y también en 1942, nacía en Detroit, Michigan, Estados Unidos, el sexto hijo de una familia de inmigrantes mexicanos, que por el número de progenie que hacía en el linaje recibió el nombre de Sixto. Y a Sixto, criado en los barrios más duros de Detriot, le dio por la música y adoptó el nombre artístico de Rod Riguez. Poco duró ese apodo al igual que su primer single, del que se desconoce si llegó a vender alguno. Es 1970, pasados tres años desde ese single pionero, y ahora ya bajo el nombre de Rodríguez, Sixto publica su primer disco, “Cold Fact”, en cuyas letras habla de las crueldades que afrontan los sectores sociales más pobres y marginados de las grandes ciudades, y otro más en 1971, “Coming from reality”. Tras recibir críticas que los tachan de mediocres, y con un bajo nivel de ventas, Sixto Rodríguez renunció a su carrera de músico: había sido uno más de tantos que lo intentó sin éxito, teniendo que refugiarse en la construcción para ganarse la vida y convirtiéndose en un activista político preocupado por mejorar la existencia de la clase trabajadora de Detroit. Incluso se presentó como candidato al Consejo Municipal en 1989. Como era de esperar, no ganó.
Mientras, en Sudáfrica, en la década de los 70, tenemos todavía al gobierno del Partido Nacional manteniendo su política racista contra los negros, pero ya con un considerable aislamiento internacional que supuso la ruptura de relaciones diplomáticas y comerciales y la prohibición de participar en acontecimientos deportivos internacionales. Al mismo tiempo se consolidaban los movimientos internos anti-apartheid, especialmente el Congreso Nacional Africano, que iniciaron campañas de resistencia, huelgas, marchas, protestas y sabotajes reprimidos con dureza por las fuerzas del gobierno. Saltando por encima del cerco comercial, un desconocido introduce en el país unos pocos vinilos de un artista norteamericano. No hablamos de un héroe; un puñado de discos no suponía la ruptura del bloqueo internacional, y como al artista tampoco se le conoce de nada, los discos entran en el país y se filtran entre la férrea censura impuesta por el estado. Y es en esa Sudáfrica del dolor, de la marginalidad, del racismo, donde las letras de este artista, letras que hablan del enfrentamiento de los oprimidos contra el sistema que los subyuga, prenden, se convierten en un éxito, más que un éxito, un himno de la lucha contra la política de apartheid, pero no sólo entre los negros, sino también entre los blancos disconformes con el sistema y que vieron su protesta y su lucha reflejadas en esas canciones. El disco en cuestión era “Cold Fact” y el artista desconocido era Sixto Rodríguez. En Sudáfrica empiezan a venderse copias y más copias del vinilo. Pero hay muy pocas y pronto se agotan. Por ello, un sello discográfico australiano compra los derechos de todo el catálogo musical de Rodríguez y empieza a reeditarlos.
“Cold Fact” llega a disco de platino en Sudáfrica, pero dada su política aislacionista, nada de esto llega a saberse en el resto del mundo. La mecha está prendida y no va a parar. Los dos discos de Rodríguez, el ya referido “Cold Fact” y “Coming from reality” así como el single que grabara en 1967 “I'll slip away” se venden por miles en Australia, en Nueva Zelanda, en lo que antes era Rhodesia y ahora es Zimbabue. Debido a este inesperado éxito, Rodríguez da un par de conciertos en Australia, entre 1979 y 1981, después de lo cual se retiró de la vida pública.
Pero es en Sudáfrica donde el cantante se convierte en un ídolo que alcanza la categoría de mito. Nadie allí sabe nada de su vida, y todos le dan por muerto en extrañas y dramáticas circunstancias. Unos dicen que se pegó un tiro en la cabeza, otros que se prendió fuego en un escenario, la mayoría, que una sobredosis había acabado con él, así que, cómo no, era una buena historia averiguar cómo aquel cantante desconocido había muerto y acrecentar así su leyenda. A ello se pusieron a mediados de los años 90 Stephen Segerman y Craig Strydom, que comenzaron a investigar acerca de la identidad de Rodríguez y la razón por la cual el cantante nunca supo acerca de su éxito en Sudáfrica. Crearon una página web llamada “The Great Rodriguez Hunt” con la intención de encontrar cualquier información sobre este misterioso músico norteamericano, buscaron en las compañías discográficas, intentaron contactar con los productores que trabajaron con él. Strydom logró hablar con Mike Theodore, uno de los productores de “Cold Fact”, y al preguntarle cómo se había suicidado el cantante, Theodore le dijo que Rodríguez no estaba muerto. Cuando lo encontraron, le hablaron del impacto social que su música había tenido en aquel país, y le propusieron actuar en Ciudad del Cabo. Es 1998 y Sudáfrica está presidida por un negro llamado Nelson Mandela. Rodríguez, acostumbrado a tocar en tugurios, no se hacía a la idea de lo que le esperaba. Recibimiento en el aeropuerto por miles de personas que lo aclamaban, fotógrafos, limusinas, suites de hotel. Cuando salió por primera vez al escenario, agarrado a su guitarra, una multitud entregada lo ovacionó durante más de diez minutos sin dejarlo cantar, minutos en los que sólo podía escucharse un bajo, el clamor del público y el silencio de Rodríguez. Luego se filtró entre ellos la voz del hombre que habían creído muerto. Así, durante cinco noches se reprodujo todo este ritual, la rendición ante la voz y la música del mito.
Pero después de esa semana de éxito, Rodríguez volvió a Detroit, a su vida humilde y austera, hasta el año 2006, cuando apareció un sueco para, de nuevo, darle vida a su historia. Durante cuatro años Malik Bendjelloul filmó a Rodríguez, a su familia, a su entorno y a sus fans sudafricanos, y todo ello para crear el documental “Seaching for Sugar man” que se estrenó en el año 2012 en el Festival de Sundance. Desde entonces, todo han sido triunfos hasta llegar al Óscar 2013 al mejor documental. Rodríguez prefirió no asistir a la ceremonia.
No hace mucho, concedió una entrevista a Rolling Stone, en la que reconocía haber escrito una treintena de canciones nuevas, así como haber entablado conversaciones con su antiguo productor, Steve Rowland, sobre futuras grabaciones. Mientras tanto, sigue viviendo en la misma casa y en el mismo barrio de su Detroit natal.
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