Publicado en El Adelanto de Salamanca el 3 de marzo.
Thomas Lanier Williams III nació en Columbus, Mississippi, el 26 de marzo de 1911, pero fue conocido toda su vida como Tennesse Williams debido a su peculiar acento sureño. De niño, a causa de la difteria, pasó casi dos años encerrado en su casa. Su madre le regaló una máquina de escribir para que plasmara su viva imaginación en forma de artículos en la prensa local, cuentos y pequeñas obras de teatro. Tras sus estudios universitarios, trasladó su residencia a Nueva Orleans. Es allí, en 1943, donde escribe “El zoo de cristal”, obra semi autobiográfica en la que vuelca su dolor por su hermana Rose, que se pasó la vida en diferentes instituciones mentales y a la que una lobotomía mal realizada dejó incapaz.
Como tantos genios, cae en el alcoholismo, que convivió con él el resto de su vida en un vano intento de mitigar el dolor y como catalizador de su creatividad. A los 34 años, Tennessee Williams era ya célebre. En 1947, concibe “Un tranvía llamado deseo”, obra emblemática por mostrar de una manera brutal y directa la sexualidad y las emociones en todos sus aspectos, características estas que serán santo y seña de toda la literatura de Williams. Gracias a esta obra, gana en 1948 el Premio Pulitzer de drama.
Con este bagaje, abandona Nueva Orleans por Nueva York, escribe “La gata sobre el tejado de zinc caliente” por la que gana un nuevo Pulitzer en 1955 y en la que vuelven a confluir, sin apenas trama alguna, todas las emociones propias del ser humano. Sus trabajos triunfan en Broadway y en Hollywood, y escribe casi una obra por año: "De repente, el último verano" (1958), "Dulce pájaro de juventud" (1959) y "La noche de la iguana" (1961). Pero desde ahí, Williams inicia su dramático descenso. Solo y abrumado, no consiguió escribir más que algunas piezas menores con críticas adversas.
Su inestable vida quedó marcada por el miedo a heredar la enfermedad mental de su madre y de su hermana, y su poco disimulada homosexualidad. La muerte de Frank Merlo, su amante, acentuó su latente adicción al alcohol y a las drogas. Murió solo en una habitación de hotel de Nueva York el 25 de febrero de 1983, treinta años hace ya, tras ingerir un tubo de pastillas contra el insomnio.
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