La insoportable levedad del ser.

Publicado en El día de Zamora el 28 de diciembre.


“La insoportable levedad del ser” es el título de una novela del checo Milan Kundera, publicada en 1984. Está ambientada en la Praga de 1968 y nos habla de un hombre, Tomás, el cual se encuentra por un lado atrapado en una vida en pareja, situación esta que no le impide mantener relaciones sexuales con cuantas mujeres le salen al paso, y por otro, encerrado en un sistema político absolutista del cual fue entregado militante para, con el tiempo, pasar a proscrito del mismo. Kundera, en un resumen muy concentrado de su libro, nos viene a exponer la ausencia de compromiso en las relaciones humanas, no solo en las de pareja, lo superficiales que podemos llegar a ser en nuestra vida frente a la asunción de responsabilidades y compromisos con el peso que ello conlleva. En muchos momentos del libro podemos deducir del comportamiento de sus personajes la inutilidad de la existencia humana, tanto para sí como para los demás, inútiles nosotros, que no alcanzamos aquello que deseamos y nos conformamos con una versión bizarra nacida de la comodidad de lo que nos rodea. Y así, en vez de intentar conquistar a la persona a la que deseamos, nos conformamos con aquella que nos hace el mínimo caso por el miedo a no estar solos, en vez de ir en pos del trabajo que nos haría felices, nos quedamos atrapados en la rutina de una falsa seguridad que nos da ese empleo cada vez menos seguro, en vez de salir a la calle y partirle la cara a aquellos imbéciles que nos hicieron daño de una manera deliberada, nos quedamos en casa criticándolos por detrás, y en vez de remover a nuestros gobernantes de sus puestos, nos acomodamos en la ilusión de un sistema cada vez menos democrático que nos ha privado de nuestros más precarios derechos. Y en estas nos encontramos, ahora en una realidad maquillada con las luces navideñas que nos convierten en polillas que se golpean una y otra vez contra los farolillos, hipnotizados por el moderno flautista de Hamelin de los villancicos que nos marcan el paso por las calles. Vivimos atrapados en una comodidad a cada momento más incómoda, no soporto esta levedad que hace que a cualquiera le llamemos amigo, amor, o a cualquier cosa, felicidad.

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