Publicado en El Día de Zamora y El Periódico de Castilla y León el viernes 24 de enero de 2025.
Les cuento. Lo habitual es que,
cuando les escribo a ustedes, yo ya tenga una idea más o menos preconcebida del
tema a tratar y que, cuando termino el texto, lo titule. Encontrar un título
suele costarme y además me da bastante pereza, por lo que suelen ser cortos,
concretos, sin mucho adorno y directos sobre la cuestión de la que les escribo.
Esta vez ha sido al revés, y como los imprevistos suelen escamarme busqué en
internet a ver si había una canción de éxito actual, un libro, una película, un
algo que se llamara así y que yo de manera inconsciente o subconsciente
estuviera plagiando. Como no era el caso, me he visto obligado a escribirles un
artículo, una cosa, cuyo contenido encajara con el título, lo cual de entrada
no me está resultando fácil. Sí he concluido con que la vida es una eterna
promesa. Cuando somos pequeños prometemos a nuestros padres portarnos bien,
esta promesa es una constante vital, más tarde les prometemos que sí, que este
trimestre sí vamos a estudiar, y conforme vamos creciendo hacemos promesas a
troche y moche a terceros e incluso nos hacemos promesas a nosotros mismos.
Somos conscientes todos de que cumplimos muy pocas, ¿verdad? La promesa no deja
de ser un compromiso y puede que por el miedo que nos da comprometernos hayamos
diseñado una amalgama de estrategias para neutralizarla, porque ese compromiso
nos vincula en el presente y también reorganiza nuestro futuro. ¿Ven como sí da
miedo? Además, la promesa le da valor a nuestra palabra porque si cumplimos con
lo prometido ganamos credibilidad ante la persona o personas con las que nos
comprometemos. No son estos buenos tiempos para confiar en la palabra de alguien
así sin más, sobre todo porque estamos rodeados de personas que aparentan
confiar en sí mismas sin ningún atisbo de duda, que hacen de esa apariencia la
base para demostrar su capacidad y buen hacer. Y ya saben, no es conveniente
fiarse de las apariencias que como dice el refranero “no es oro todo lo que
reluce”. Quédense mejor, a mí me gusta más, con la versión de “no todo lo que
es oro reluce”, que es parecida pero no dice lo mismo. Traten de mantenerse
cerca de los que ratifican con hechos sus palabras y traten de huir de aquellos
locuaces de palabras y promesas vacías. Para que no vivan ustedes en una
constante decepción. Y por hoy, ya estaría.
Puedes seguirme en twitter en
@cuadrablanco. No es obligatorio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario