Publicado en El Día de Zamora y El Periódico de Castilla y León el 29 de noviembre de 2024.
Los que estén acostumbrados a
leerme, cosa que nunca recomiendo y de lo que todavía se pueden ustedes curar
con algún tipo de tratamiento médico, ya estarán acostumbrados a que, de vez en
cuando, les escriba sobre la normalidad. Y es que reconozco que es un tema que
me apasiona porque en nuestro día a día nos encontramos con comportamientos que
resultan aberrantes pero que los que los ejecutan los consideran normales. Lo
normal, lo habitual u ordinario que dice la R.A.E. en su segunda acepción, se
está convirtiendo en inusual no porque no sea lo frecuente sino porque está
alcanzando niveles de monstruosidad intolerables. Es una monstruosidad
intolerable la continua masacre del pueblo palestino, las muestras armamentísticas
de Rusia y sus aliados, las salidas de tono de Trump y sus palmeros, la
tergiversación de la realidad, la mala educación… podría hacerles una lista
mucho más amplia y con ella llenaría mi columna sin ningún tipo de esfuerzo
narrativo, lo cual me costaría un tirón de orejas del director, así que vamos a
parar aquí. Nos hemos acostumbrado a vivir en esa normalidad igual que el
escarabajo pelotero se ha acostumbrado a hacer bolas con la mierda y miren, no
es bueno acostumbrarse a la cochambre porque nos lleva a la miseria
intelectual. Damos por evidente esa “normalidad” y ello nos anula un mínimo de
sentido crítico por temor a destacar entre la bazofia y también por comodidad.
Si nos dejamos arrastrar por la corriente no hace falta que nos esforcemos en
mover las extremidades para nadar, pero es probable que las aguas de la
normalidad nos acaben ahogando. Que nadie nos garantiza que intentando nadar
vayamos a salir de la corriente, pero igual si somos muchos los que nadamos en
el otro sentido logremos que el cauce cambie. Ingenuo, me llamarán algunos,
aquellos que no me llamen gilipollas, que seguro que también los hay. Pero
miren, es mejor ser un ingenuo y un gilipollas con pensamiento crítico que no
un conformista por el que piensan otros. Y sí, cada uno es libre de decidir qué
hacer con el tiempo que se le ha dado, pero el tiempo pasará y sus decisiones
quedarán ahí, en la memoria. Y cuando alguien, en un futuro, mire un poco hacia
atrás pensará: ¿y esto era lo normal? Y se avergonzará. O eso espero yo, que
soy un ingenuo. Y sí, para otros un gilipollas, no gasten neuronas en pensarlo.
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