Publicado en El Día de Zamora y El Periódico de Castilla y León el 31 de julio de 2020.
Aunque por el
título del artículo ustedes den por hecho que saben de qué va a ir la cosa,
hagan el esfuerzo de leer unas cuantas líneas más porque igual están
equivocados. Durante los meses de marzo, abril y sucesivos, fruto del encierro
y gracias a la tecnología, todos nosotros pudimos seguir en contacto con quien
nos interesó, algunos recuperamos viejas amistades que estaban “dormidas” e
incluso otros pudieron conocer gente nueva. Y así estuvimos durante el
confinamiento, en una especie de Arcadia donde la fraternidad se extendió no ya
a los más próximos, sino a un grupo de personas más ajeno pero que sentimos
cercano por las circunstancias. En una sociedad en la que cada uno iba a lo
suyo y donde mirar a los demás era un lujo que “no nos podíamos permitir”,
resultó que, por culpa de una pandemia, estábamos pendientes todos de todos en un
bucle de apoyo emocional. Rebrotó la concordia y se extendió del mismo modo que
lo hacía el virus. El altruismo lo envolvía todo con recitales de poesía,
conciertos improvisados de música… cada uno aportaba lo que mejor sabía para el
entretenimiento propio y ajeno. Y llegó la anhelada “nueva normalidad” y la
mayoría de las promesas de reencuentros, citas, apoyos y similares se
evaporaron y, salvo muy raras excepciones, cada uno volvió a sus quehaceres
diarios encaratulando rostros, emociones y promesas. Y sí, digámoslo: hubo
mucha gente que contactó con nosotros sólo porque estaba aburrida y no tenía
nada mejor que hacer, y el que se creyera que del confinamiento saldríamos más
unidos y más fuertes es que del ser humano no tiene conocimiento alguno. El
rebrote de la amistad y el amor que existió en aquellos meses fue como la
exaltación de la amistad que surge al amparo de una borrachera; dura como mucho
hasta la resaca. Y eso pasó con todo aquello, que en cuanto se abrieron las
puertas, cada uno hizo de su capa un sayo y si te he visto, no me acuerdo.
Luego también ha habido otro tipo de rebrotes más peculiares, personas de las
que no supimos nada en todo aquel tiempo y ahora florecen en una especie de primavera
tardía. De estos poco puedo decirles, quizá que si durante el encierro ni
siquiera ustedes les sirvieron para entretenerlos, distraerlos o buscar
conversación y apoyo, ahora que llevamos la vida encaratulada (sí, me ha
encantado la palabra) mediten si sus intenciones también lo están. Que más vale
prevenir.
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