Publicado en La Galerna el 11 de marzo de 2020.
Para leer este artículo les rogaría que se acompañaran ustedes de la
banda sonora que iniciaba los capítulos de la serie de televisión de los años
90 “Expediente X”. En ella, dos agentes del FBI, Dana Scully y Fox Mulder,
investigaban sucesos paranormales; la primera desde un punto de vista
científico, el segundo desde la perspectiva del creyente en el fenómeno ovni.
Elijan ustedes el ángulo que quieran para analizar la exposición que les voy a
plantear hoy. Nuestro “Expediente Z” trata de un acontecimiento que lleva
acaeciendo varias semanas en el banquillo del Real Madrid. Jugadores atrapados
por el fenómeno aparecen y desaparecen del once inicial, del banquillo y hasta
de las convocatorias sin que haya una explicación lógica para ello. A su vez, como
consecuencia, el sistema táctico se ve modificado sin que haya una
lógica que lo motive. Y como nexo común a todos estos hechos, la cabeza
pensante de Zinedine Zidane. Una cabeza privada de pelo, que algunos juran
haberla visto brillar por los pasillos de Valdebebas como si del Doctor
Manhattan se tratase, una cabeza que toma decisiones alejadas de la lógica
mundana y que a nosotros, por mortales, se nos escapan. El único suplente de
Carvajal partió rumbo a Múnich, Ramos, Varane y Casemiro lo juegan todo,
Vinicius, cual Guadiana, aparece y desaparece y entre todas esas variaciones la
única constante es Benzema, esté como esté. Benditas variaciones de rumbo si
ellas supusieran un rendimiento deportivo óptimo, pero de los últimos cinco
partidos se ha ganado uno y ya. Y me da igual que esa victoria fuera contra el
Barça, que aquí los títulos se cuentan por copas levantadas y no por triunfos
contra los rivales históricos o histéricos. ¿Tiene derecho Zidane a mudar de
opinión? Por supuesto, para eso es el líder de la nave. Ahora bien, esos
bandazos deberían venir motivados (apoyados si lo quieren así) por una
explicación más o menos lógica (a ser posible, más). Porque bien es cierto que
me parece válido el discurso de que en una plantilla todos sus componentes
cuenten, pero no es menos cierto que una cosa es contar y otra diferente sumar.
Así, hay miembros de esa plantilla que están sumando minutos, cansancio y
errores, y ello implica que al final más que sumar, resten. Otros que sumaban
en positivo, goles, véase el caso de Rodrygo, de repente se esfuman del primer
equipo para pasar al Castilla y, oh albricias, allí seguir haciendo goles. O
Valverde, de titular indiscutible más que justificado ha desaparecer en el
banquillo y ser recurso de último momento cuando el barco hace aguas y ya no
hay modo de achicarlas. Y todo esto, más lo que ustedes puedan aportar, queda
escrito al día siguiente del infame partido de Sevilla contra el Betis, donde
Ramos habló de falta de actitud y Casemiro fue el más acertado diciendo que así
es como se pierden las ligas. ¿Y Zidane? Aparte de haberlo visto abatido como
nunca, no fue capaz de argumentar ni la alineación ni los cambios, ni las
presencias ni las ausencias en un partido en el que, desde el primer momento,
el Madrid ni compareció, como si los once tipos que se pusieron la camiseta
estuvieran abducidos, poseídos por la indolencia o vayan a saber qué. Zidane se
está convirtiendo en un fenómeno paranormal digno del estudio de Mulder y
Scully, más paranormal si cabe que las intervenciones del VAR. No me imagino a
Zidane haciendo de alcalde Don Pablo en “Bienvenido Mister Marshall” y diciendo
la mítica frase de “como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación, y
esa explicación que os debo, os la voy a pagar”, pero sí estaría bien que
argumentara de algún modo el por qué de sus decisiones. Más que nada porque las
explicaciones han de darse cuando las cosas no van bien, y la confianza cuesta
mucho ganársela y es muy fácil perderla. El Expediente Z sigue abierto y espero
que no quede sin resolver. Mientras tanto, ustedes no pierdan la esperanza.
Puedes seguirme en twitter en @cuadrablanco. No es
obligatorio.
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