Publicado en El Día de Zamora y El Periódico de Castilla y León el 1 de agosto de 2017.
“La Hoguera
de las vanidades” es una novela escrita por el estadounidense Tom Wolfe en
la cual se satiriza a la sociedad de la ciudad del Nueva York de los años 80. En
ella Wolfe nos cuenta que el poder que ostenta la clase social privilegiada y
su relación con el resto de la población, el control que ejerce sobre los
medios de comunicación, y el miedo que genera entre sus subordinados, a veces
no es suficiente para salir indemne de sus
mentiras, delitos y derivados de ambos. Es más, todos aquellos que los apoyaban
para sustentar ese entramado de mentiras y delitos, de repente, o se evaporan o
se vuelven los unos contra los otros para intentar salvar sus respectivos culos
en una recreación del “tonto el último”. “Lo siento mucho pero las cosas son como son y
a veces no son como a uno le gustaría que fueran” dijo Rajoy el pasado miércoles
en su declaración como testigo por el caso Gürtel. No le falta ni un ápice de
razón, dado que todos, y digo todos con convencimiento, estamos dispuestos a
creernos aquello que nos gustaría que fuera cierto. Decía Soren Kierkegaard que
existen dos maneras de ser engañado: una es creer lo que no es verdad y la otra
negarse a aceptar lo que sí es verdad, por lo que tendemos a configurar una
visión propia de lo que nos rodea y de cómo lo
vemos, que así se convierte en nuestra realidad. Rajoy acudía al Tribunal como
testigo, por lo que estaba obligado a decir la verdad, y aun así despejó su
agenda de presidente del Gobierno durante cinco días para poder preparar su declaración
con asesores y abogados. Pregunto, ¿hay algo que preparar para contar la
verdad? La mayoría de los privilegiados de los que les hablaba al principio
ahora están en Soto del Real, lugar donde es probable que no acabe Rajoy, pero,
pese a las prerrogativas que le da su cargo en La Moncloa, pasó el trago
de ponerse ante un Tribunal por culpa de un PP imputado. ¿Fue ignorante,
negligente o cómplice? ¿Vio o no vio? ¿Consintió o no? Todo esto debería ser
suficiente para acabar con su carrera política y, aunque es verdad que en
cuestiones de corrupción vamos muy lentos, es más verdad que la gente cada vez
aguanta menos y está mejor informada. O eso espero.
Puedes seguirme en twitter en @cuadrablanco. No es
obligatorio.
buena pieza. Difundo.
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