La gota.



       Publicado en El Día de Zamora el 14 de octubre de 2016.
       
      ¿Cuántas gotas hacen falta para que el vaso se desborde? El otro día, observando mi vaso lleno hasta el borde, vi caer una gota en él. Y otra. Y otra más. Harto de ese constante goteo sin que el vaso se derramara, pero sintiendo que ya no podía aguantar más, escupí en su interior con la esperanza de que el desbordamiento se produjera con el consiguiente descanso que, creía, eso me pudiera proporcionar. Pero no. Nada más contactar mi saliva con el agua del vaso, esta se volvió negra. Me acerqué al vaso y lo interpuse entre mis ojos y la luz del flexo y comprobé que esa negrura no podía serlo más. Era un negro absoluto, ni un atisbo de luz lo atravesaba. Un poco inquieto, la verdad, fui al cuarto de baño y repetí lo de escupir, pero esta vez en el lavabo. El resultado fue el mismo, una saliva negra se deslizó por él hasta el desagüe para perderse cañerías abajo, vayan ustedes a saber hasta dónde. Me miré la lengua en el espejo, pero todo parecía normal. No había atisbo de tiznado alguno, tampoco había estado comiendo regaliz o calamares en su tinta que justificasen el fenómeno. Preocupado, me acerqué hasta el centro de salud más cercano y en la ventanilla de turno expuse mis síntomas. “Espere a que le llamemos para atenderle”. Y cuando me retiraba le oí susurrar “otro que escupe negro”. En un primer momento me consoló saber que no me encontraba solo ante lo que aquello fuera, ya saben, mal de muchos… En la sala de espera me dediqué a escudriñar a los demás pacientes, como si ello me sirviera para discernir quienes de ellos estaban allí por un mero catarro o porque escupían en negro. Al poco rato, oí mi nombre por la megafonía, el mío y el de unos cuantos más. Nos introdujeron a todos en una sala, y una especie de comisión sanitaria nos dijo que estábamos tan quemados que nuestras cenizas interiores eran las que provocaban esos esputos de color negro. “No han sabido ver que, hace ya tiempo su aguante se desbordó por algo, una última gota que les ha llevado a esto”. La Comisión Sanitaria nos inspeccionó, nos declaró insalubres e inservibles y ordenó que nos apartaran del resto de la población. “Ya han aguantado ustedes bastante, ahora descansen en paz”.


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