Niebla.


                Publicado en El Día de Zamora el 4 de diciembre de 2015.


        Ya les conté la semana pasada que, por las mañanas, me gusta aventurarme a correr entre la niebla. Y miren, como en esos momentos tengo mucho tiempo para pensar, me ha dado por elucubrar que, la función real de la niebla, es encubrirme. Para que les quede claro; no es que la niebla esté ahí y yo me adentre en ella, sino que la niebla viene a esconderme de miradas torvas y malvados comentarios tales como “qué hace este imbécil a los ocho de la mañana corriendo por ahí”. Vamos, que el oficio de la niebla es ocultarme de los demás. Y, a la vista de tal estudio, he extrapolado el análisis a nuestra ciudad, y he concluido con que la niebla que nos rodea en estos días, lo que en realidad está haciendo es intentar tapar las miserias de nuestra ciudad, esconderlas, distraer nuestras miradas y pensamientos hacia la propia niebla, hacer que solo hablemos de ella, e impedir así que nos demos cuenta del islote en el que nos hemos convertido. La siguiente cuestión que se nos plantea es ¿cómo salir del islote? O mejor aún, en vez de abandonar esta Zamora/islote, ¿cómo hacer que Zamora deje de ser un islote y progrese? Pues no tengo yo la respuesta, que si la tuviera ya les garantizo que se la revelaría en estas líneas. Lo que sí supongo es que ese progreso no llegará solo con el AVE, que no es que yo sea contrario a semejante progreso tecnológico, pero la impresión que tengo es que estamos poniendo la guinda antes de cocinar el pastel. La cosa es que, de tanto tiempo que llevamos atrapados entre la niebla, los años van pasando y, pese a darnos cuenta de nuestra triste realidad, la hemos hecho propia, la hemos incorporado al acervo local, y nos hemos convertido en seres que respiran, porque de momento respirar es gratis, pero carentes de ilusiones. Muertos en vida que cuando mueren de verdad, en ese instante, son conocedores de que su existencia se les escapó sin ser conscientes de lo que hicieron con ella todos esos años. Entre que damos con la solución y no, atrapados como estamos, les recomiendo que lean “la vida es sueño” de Calderón, y, cómo no, “Niebla” de Unamuno. La niebla nos impide ver el final, pero no se rindan.


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