Publicado en El Día de Zamora el 9 de octubre de 2015.
Ya ven, si la semana pasada les
escribía acerca de los estúpidos, hoy lo hago acerca de los ridículos; como si
hubiera comenzado una cruzada contra cierta parte de la humanidad que, aunque
les suene a idea genocida, nos estorba y habría que eliminar. El peligro de
esta gente ridícula, que abunda entre nosotros y nos contagia, o lo intenta, de
su ridiculez, es que ha corrompido la época que nos ha tocado vivir, pudiendo afirmar
así que nos encontramos sumidos en tiempos ridículos. Y ya no es que sea yo el
que se lo dice, agorero que es uno, sino que la que lo afirma es la
catedrática de Psiquiatría del Weill Cornell Medical College, Barbara Milrod,
que dictamina: “Vivimos tiempos
ridículos, y si a uno le parece que todo tiene sentido, lo más probable es que
no esté bien” (de la cabeza, se sobreentiende). Tampoco es mala la
observación que el historiador Peter Stearns nos hace acerca de su creencia
sobre que algunas de las cualidades que solíamos atribuir a los neuróticos, simplemente
se han normalizado. Nos hemos acostumbrado tanto a que la gente tenga
preocupaciones y miedos constantes que la categoría ha quedado obsoleta. Vamos,
que si todo el mundo está neurótico pero nadie es percibido en semejante
condición, del mismo modo que si los demás estuvieran locos – lo cual no
descarto –, ninguno sería tenido por tal, y solo los cuerdos seríamos los que
nos desviaríamos de la norma, nuestra manera de actuar sería tomada por subversiva
y antisocial. Un problema añadido sobre esto es el país que habitamos. Parece
que los españoles tenemos, de manera permanente, cargada la escopeta de la
desmesura y los improperios, a la espera de que alguien haga algo “indebido”,
opine sobre cualquier cosa que nos moleste, o sencillamente meta la pata, para
vaciársela en plena cara. ¡Bang! escopetazo al canto sobre todo aquel que se
nos ponga a tiro. También he detectado la pérdida de sentido que el término
“mentiroso” ha ido padeciendo, dado que la mentira continua se ha convertido en
nuestra habitual manera de comunicarnos, y si no, escuchen las noticias
políticas y económicas. O más sencillo, pongan la oreja en sus alrededores más
próximos. Sí amigos, vivimos tiempos ridículos. Lo peor es que la mayoría de la
gente se siente en ellos como pez en el agua.
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obligatorio.
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